Brasil se enfrenta a la recesión económica por el coronavirus

El tenso clima que se vive en Brasil debido a la crisis generada por el coronavirus, vas más allá de
un problema de salud que afecta a la población de este país suramericano. A las duras críticas que
ha recibido el presidente Jair Bolsonaro, por la forma cómo el mandatario ha venido manejando la
situación, se suma un informe publicado por el Banco Central de Brasil que no brinda las mejores
perspectivas para la economía local.
Al respecto, el más reciente boletín Focus, que es elaborado cada semana por el Banco Central de
Brasil, pronosticó que este año la economía brasileña entraría en recesión debido al impacto del
coronavirus.
Este reporte, que se realiza sobre la base de una encuesta hecha a un centenar de instituciones
financieras del país, proyecta una contracción de 0,48% del Producto Interno Bruto (PIB), frente al
crecimiento de 1,48% que se esperaba de la economía de Brasil hace una semana. Hace un mes,
cuando se confirmaron los primeros casos de coronavirus en Brasil, este mismo boletín hablaba
de un crecimiento económico de 2,17 % para este año.
De acuerdo con los resultados arrojados en este boletín, ésta sería la primera vez que el mercado
financiero proyecta una retracción del PIB brasileño para este año, pero mantiene su proyección
de crecimiento para 2021 en 2,50%. Sin embargo, representantes del Ministerio aseguraron que
esa previsión puede quedar desfasada rápidamente y que próximamente podría empezar a
hablarse de recesión, como lo reseñó una nota de la agencia EFE.
Esto se debe a que la misma realidad que se viene viviendo en territorio brasileño debido a esta
inesperada enfermedad, hizo que el último estimado oficial del gobierno, divulgado la semana
pasada por el Ministerio de Economía, hablara de un crecimiento de apenas 0,02% para 2020, cifra
muy parecida a la que publicó recientemente el Banco Central, que recortó el crecimiento
económico hasta 0,0%.
A todo esto se suma un estudio realizado por el centro de estudios Fundación Getulio Vargas
(FGV), que reveló que el PIB brasileño puede reducirse 4,4% este año.
Efectos negativos
La economía de Brasil, considerada como la mayor de Suramérica, aún se encuentra en
recuperación de los devastadores efectos de la crisis económica vivida entre los años 2015 y 2016,
cuando retrocedió cerca de siete puntos porcentuales.
Ahora, la proyección económica

Avecal critica el cierre total y reclama más medidas para el calzado

El calzado valenciano critica el cierre total. La Asociación Valenciana de Empresarios del Calzado (Avecal) considera que las medidas aprobadas en el último Real Decreto “agravarán más el impacto económico del Covid-19” y que la decisión debía haber sido “consensuada con todos los agentes sociales”.

Además, Avecal ha reclamado más medidas para facilitar la liquidez de las empresas, que se agilicen todos los trámites de apoyo dirigidos al sector empresarial y que se dé una mayor flexibilidad en los plazos para el pago de tributos.

En un comunicado, la presidenta de la asociación, Marián Cano, subraya que “el agravamiento se va a sentir especialmente en los sectores industriales, como el calzado”. La patronal insiste en que las medidas van a provocar que el tiempo de recuperación de la economía se prolongue más.

 

Cuanto más se profundice la paralización económica, más fuerte será la crisis en los sectores productivos de nuestro país y más tardaremos obviamente en recuperar el equilibrio”, dice Marián Cano.

La presidenta de la patronal del calzado de la Comunitat Valenciana ha recordado que “el sector del calzado lleva ya semanas soportando una paralización del consumo, en el que muchas empresas se han visto obligadas a adoptar medidas para afrontar las cancelaciones de pedidos y el aplazamiento de pagos de mercancía suministrada”.

El calzado es un producto de moda y, por tanto, temporal, por lo que se debe proteger la labor de nuestras empresas desde el minuto cero, y esa protección debe llegar de forma mucho más ágil y contundente a nuestra industria para las empresas puedan soportar el parón temporal en su actividad y tengan capacidad suficiente para recuperarse cuando el mercado de consumo se empiece a reactivar”, concluye Cano.

Gap extiende el cierre de tiendas y presenta un Erte sobre el grueso de la plantilla

 

Gap continúa tomando medidas ante el coronavirus. La compañía estadounidense de distribución de moda, cuarta mayor del mundo por cifra de negocio, ha extendido el cierre de sus 2.802 tiendas en Norteamérica y Europa y prevé poner en marcha un expediente de regulación temporal de empleo (Erte) sobre el grueso de la plantilla.

La compañía, que no ha precisado a cuántos trabajadores afectará la medida, cuenta con una plantilla de 135.000 personas. Gap ha precisado que los empleados continuarán manteniendo sus beneficios.

Además, la empresa ha explicado que el consejo de administración se reducirá temporalmente el sueldo. “Tenemos que llevar a cabo medidas drásticas y cada decisión, a pesar de su dificultad, se ha tomado para reforzar el futuro de la compañía”, ha señalado Sonia Sygnal, presidenta y consejera delegada del grupo, en un comunicado.

La semana pasada, Gap preparó su estructura financiera para el golpe del Covid-19. La empresa anunció varias medidas para reforzar su balance, incluyendo un crédito de quinientos millones de dólares y la reducción de capex y gastos operativos.

L’Oréal prevé una caída del 5% en sus ventas del primer trimestre por el coronavirus

L’Oréal también revisa su resultado por el coronavirus. La compañía francesa de cosmética reconoce que el cierre de tiendas y la caída del consumo tendrán un mayor impacto de lo previsto en el sector. En concreto, la compañía prevé reducir sus ventas un 5% en el primer trimestre.

Además, L’Oréal ha destacado en un comunicado que el impacto se alargará durante todo el ejercicio “incluso aunque estemos viendo signos alentadores de recuperación del consumo en China”.

Ante la situación, la compañía ha destacado que todos sus equipos se movilizarán para permitir a la compañía “atravesar esta crisis sin precedentes de la mejor manera posible y acelerar tan pronto como las condiciones lo permitan en cada zona geográfica”.

L’Oréal finalizó el último ejercicio con un alza del 11% en la facturación, hasta 29.874 millones de euros. Por su parte, el resultado neto del grupo también cerró al alza y se incrementó un 9,3%, hasta 4.357 millones de euros.

La venta de Victoria’s Secret a Sycamore, en el aire por el coronavirus

La venta de Victoria’s Secret a Sycamore, en el aire por el coronavirus. L Brands, propietario de la compañía de íntimo, ha explicado que es probable que no obtenga los permisos necesarios para cerrar la operación en el segundo trimestre.

“Hay dificultades derivadas de la situación y las restricciones contractuales y la venta de Victoria’s Secret que está pendiente”, ha señalado la empresa en su informe anual. L Brands llegó a un acuerdo el pasado febrero con el fondo Sycamore para la venta del 55% de la empresa por 525 millones de dólares.

“Suponiendo que se complete la transacción, no hay garantía de que podamos obtener los beneficios derivados, y la transacción de Victoria’s Secret puede afectar negativamente a nuestro negocio”, ha advertido L Brands.

En paralelo, la empresa ha extendido el periodo de cierre de las tiendas de Bath&Body Works y Victoria’s Secret y ha explicado que los proveedores continuarán recibiendo pagos hasta el próximo 5 de abril. Además, el grupo ha suspendido de forma temporal el dividendo y dispondrá 950 millones de dólares de su línea de crédito revolving.

En paralelo, la compañía ha reducido en un 20% el pago de los vicepresidentes senior, mientras que ha suspendido la compensación de efectivo del presidente y consejero delegado, Leslie H. Wexner, así como otros miembros del consejo de administración.

Pronovias renueva su equipo en Norteamérica en plena crisis del coronavirus

Pronovias modifica su equipo en Norteamérica en plena crisis del coronavirus. La compañía española de moda nupcial ha incorporado al frente de la región a Maurizio Montovani, que sucederá a Amanda McCormick Bacal.

El directivo cuenta con una trayectoria de más de veinte años en el sector, después de haber trabajado en compañías como Corneliani, donde fue consejero delegado, y Ermenegildo Zegna, donde estuvo al frente de operaciones y outlets.

En los últimos meses, el grupo ha reforzado su presencia en Estados Unidos. Entre finales de septiembre y las primeras semanas de noviembre, la empresa liderada por Amandine Ohayon abrió puntos de venta en Los Ángeles, Boston, Austin y Philadelphia.

El puesto de director en Norteamérica se creó en 2018, un año después de la venta del grupo a BC Partners y la entrada de Ohayon en la compañía.

Ante la crisis del coronavirus Pronovias también ha tomado medidas. La compañía de moda nupcial se encuentra actualmente definiendo protocolos de actuación en caso de que las novias decidan cancelar los pedidos.

España antes del Covid-19: la economía crece un 2% en 2019

La economía española avanza antes del coronavirus. El Producto Interior Bruto (PIB) del país cerró 2019 con un incremento anual del 2%, frente al avance del 2,4% que la economía española registró en 2018, según los datos definitivos del Instituto Nacional de Estadística (INE).

La subida de la economía española es la menor registrada desde 2014. A precios corrientes, el valor del PIB en 2019 se situó en 1.245.331 millones de euros, un 3,6% más que en el año anterior.

En el último trimestre de 2019, la economía española registró un crecimiento interanual del 1,8%. En términos intertrimestrales, el alza fue del 0,4%, una décima inferior a los datos provisionales de enero.

La demanda nacional contribuyó al crecimiento del PIB en 1,3 puntos en el cuarto trimestre, mientras que la demanda externa aportó 0,5 puntos a la economía española en los últimos tres meses de 2019.

El empleo, medido en términos de puestos de trabajo equivalentes a tiempo completo, aumentó a un ritmo interanual del 2% en el cuarto trimestre del año, dos décimas más que el trimestre anterior.

El coronavirus golpea también al online: Zalando prevé un impacto “significativo”

El online también llora. La compañía alemana de ecommerce Zalando prevé que su resultado en el primer trimestre esté “significativamente” por debajo de lo previsto, según ha explicado hoy en un comunicado.

La empresa ha señalado que las previsiones realizadas el pasado 11 de marzo se reducirán como consecuencia “del menor gasto de los consumidores europeos como resultado de las medidas tomadas por los gobiernos contra la propagación del coronavirus”.

El grupo preveía elevar sus ingresos un 19% y engordar un 23% el denominado gross merchandise value, las ventas que se realizan a través de su plataforma. En cambio, la empresa anticipaba que su beneficio bruto (ebit) se redujera en veintiocho millones de euros.

Zalando finalizó 2019 con un crecimiento del 20,3%, hasta 6.482,5 millones de euros. El beneficio de la compañía se disparó un 94% durante el periodo, hasta 99,7 millones de euros. Los planes de la compañía para 2020 pasaban por volcarse en el lujo ampliando su segmento de marcas premium.

Pompeii da un giro al online: acerca la tienda a la Red tras el cierre del comercio

Las tiendas cierran, pero la vida sigue. Una semana después de publicar una carta que se hizo viral en la que explicaba un expediente de regulación de empleo (Erte), Pompeii da una vuelta de tuerca a su ecommerce con un nuevo servicio de atención al cliente.

Jaime Garrastazu, cofundador de la empresa, explica que desde que comenzó la crisis del coronavirus la empresa ha estado trabajando en dos puntos: por un lado, cómo llevar la tienda física al online y, por otro, cómo seguir construyendo la marca “cuando la gente no necesita el producto”.

En este sentido, la compañía acaba de lanzar una prueba piloto de atención por videollamada que denomina live room, con la que el cliente puede hablar en directo con un asistente de ventas de la empresa, un departamento que en Pompeii denominan happiness. “La tienda aportaba atención más personalizada y poder ver la zapatilla, y es lo que hemos querido trasladar al canal online”, explica Garrastazu.

 

El proyecto, que aún está en fase inicial, se ha lanzado mediante la plataforma Octane, que ya gestionaba el chat online de la web de Pompeii. El objetivo es poder replicar las tiendas en casa de los empleados, ampliar el servicio para llegar a más clientes y permitir agendar citas.

Pese a la paralización general del comercio, Pompeii ha cerrado marzo con ventas por encima de las del mismo mes del año pasado, aunque a corto plazo no descarta escenarios de fuertes caídas.

La nueva herramienta pretende dar un nuevo impulso a la empresa después de que el coronavirus impactara de lleno en su negocio. En una carta publicada la semana pasada en sus redes sociales y titulada Joder, la empresa relataba que “hace una semana estábamos creciendo al 40% con cuatro tiendas abiertas, cincuenta personas en el barco y dos tiendas más en obras”.

“Hoy, una semana después, nos sentamos delante del ordenador en nuestras casas habiendo hecho un Erte al 100% de la plantilla, por maldito Skype, y nuestras tiendas, cerradas, sin saber por cuánto tiempo”, proseguía la empresa.

 

Tras el cierre de toda la actividad no esencial decretado ayer, la compañía continúa operando su canal online, aunque podrá servir únicamente el stock que se encuentra ya en el almacén de la compañía. Además, Pompeii da la opción de recibir los pedidos una vez finalice el estado de alarma.

Otras start ups de moda, como Laagam, están también teniendo buena acogida online en las primeras semanas de confinamiento. La compañía está enfocando su estrategia en la creación de contenido y en impulsar su suscripción anual Laagam Prime, con la que se obtienen descuentos especiales.

En su web, la empresa da la opción de recibir los pedidos en el plazo habitual o una vez que se reestablezca la situación habitual, por la que se inclinan la mayoría de clientas. “Tenemos muchas referencias pero poco stock, y parece que eso sigue animando a nuestra clientas a comprar; estamos muy agradecidos por todo el apoyo”, dice Inés Arroyo, cofundadora de la compañía.  La empresa mantiene también las ventas a través de WhatsApp y conserva a toda su plantilla fija, unas diez personas.

Cisnes negros, rinocerontes grises y otros animales de la jungla: las incógnitas de la moda después del coronavirus

“Tanto si esperamos otra invasión como si no, nuestras opiniones sobre el futuro humano deben modificarse mucho a raíz de estos sucesos. Ahora sabemos que no podemos considerar que este planeta esté protegido y asegurado para el hombre, pues eso nos impediría anticiparnos al bien o al mal desconocido que pueda sobrevenirnos de repente del espacio exterior”. Este extracto de La guerra de los mundos, obra cumbre de la ciencia ficción escrita por H. G. Wells en 1898, recoge una de las reflexiones finales del narrador y protagonista de la historia, en la que unos alienígenas intentan infructuosamente invadir la Tierra.

El aprendizaje del personaje de Wells tiene hoy, más de un siglo después, completa vigencia. El enemigo inesperado de la especie no es un extraterrestre hostil y genocida, pero obliga sin duda a toda la humanidad a iniciar una fase de reflexión sobre sí misma, su futuro y su relación con el medio ambiente. Tal es el efecto que produce este Godzilla invisible que impactará en las normas de la actividad económica, la economía de consumo y, por supuesto, la industria internacional de la moda.

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Cisnes negros, rinocerontes grises y otros animales de la jungla: 
las incógnitas de la moda después del coronavirus

Como cisne negro, el Covid-19 es incluso más transformador que los atentados de Al Qaeda del 11 de septiembre de 2001, la Primavera Árabe o incluso la caída del Muro de Berlín. La diferencia con los anteriores sucesos inesperados es que su origen no está en la acción de los hombres, y además es un fenómeno que el propio ser humano no puede controlar. El Covid-19 advierte al hombre de su fugacidad en el universo: al cierre de este reportaje, un tercio de la humanidad se encontraba confinada en sus casas.

De nuevo se pone en entredicho El fin de la historia y el último hombre, de Francis Fukuyama, en el que vaticinaba que, tras la caída de la Unión Soviética, la historia humana como lucha entre ideologías ha concluido en favor de la economía. Muy al contrario, la crisis del coronavirus tiene que ver precisamente con el modelo económico, con el movimiento ecologista y la transformación de la economía hacia la circularidad, con la posverdad y con el nuevo orden geopolítico mundial.

 

Pero sobre todo tiene que ver con el dominio, nuevamente refutado, del hombre sobre la naturaleza y con la sociedad del riesgo de Ulrich Beck, en la que los riesgos sociales, políticos, económicos e industriales tienden cada vez más a escapar de las instituciones de control y protección de la sociedad industrial.

“El suelo ha desaparecido bajo nuestros pies, todo punto de apoyo ha desaparecido de golpe y porrazo y no se ve ni el final del abismo”, decía tras una semana de confinamiento un empresario vinculado al sector de la moda. ¿Qué incógnitas deja la crisis del coronavirus sobre el futuro de la humanidad y la economía? ¿A qué debe atenerse en el arranque de la tercera década del siglo XXI un sector como el de la moda?

En mitad de una crisis de final todavía incierto resulta imposible ofrecer una perspectiva clara sobre lo que va a ocurrir: ni siquiera los analistas habituales del sector y del mundo económico en general se atreven a trazar la hoja de ruta que deberá seguir la economía, y menos aún la moda el día después de. Pero sí es posible formular las preguntas y posibles respuestas de lo que, tal vez, pueda conllevar el coronavirus.

Igual que algunas guerras fueron un acelerador del progreso tecnológico e industrial de países como Estados Unidos, Reino Unido o Alemania, por no hablar de su efecto en antiguas civilizaciones, el crack del Covid-19 puede acelerar transformaciones que ya estaban en marcha. Un acontecimiento que representa como ningún otro la definición de cisne negro de Nassim Taleb azuza el fuego del cambio en el planeta. Rinocerontes grises como la sostenibilidad, la desigualdad o la desglobalización, entre otros, se hacen más visibles que nunca para un sector que juega como pocos otros en la economía del consumo (o hiperconsumo) y en el sistema económico global, tanto en las cadenas de suministro como en las comerciales.

La incertidumbre ya se había impuesto en los últimos años como una realidad con la que debían lidiar las empresas de moda y de todos los sectores. Pero después de la crisis del coronavirus la percepción del riesgo adquiere una nueva dimensión: cuando se ha presenciado lo imprevisible de una forma tan brutal y violenta (a cierre de esta edición se contabilizaban más de 32.000 fallecidos por este virus en todo el mundo), es más natural pensar que algo semejante puede volver a ocurrir. Ahora que la percepción del riesgo ha cambiado, ¿cuáles son los cisnes negros, rinocerontes grises y otros animales de la jungla para la moda?

Desglobalización

Del America First de Donald Trump al Brexit, de Jail Bolsonaro a Santiago Abascal, el nacionalismo y un movimiento retrógrado en torno a la globalización y la multilateralidad ya estaba muy presente en el escenario político global antes de la llegada de la pandemia, que se ha erigido como un nuevo actor en la geopolítica global. Precisamente, una crisis que se ha hecho mundial gracias en buena medida a la globalización se ha convertido en un elemento desglobalizador.

Si en los últimos años se cerraban fronteras a la inmigración de países pobres, en los últimos meses se han cerrado para evitar la entrada de contagios de otros países. A esto le ha sucedido la intervención sobre cadenas de suministro globales de determinados productos para hacer frente a la crisis sanitaria: el 13 de marzo, Alemania restringió o prohibió las exportaciones de hasta 1.324 productos, incluido el paracetamol y aparatos médicos, que el país quería conservar para consumo propio.

Emergen las voces en favor de la industria local, en contra de una ineficiente Unión Europea o incluso la Organización Mundial de la Salud (OMS), mientras las macropotencias, Estados Unidos y China, se acusan mutuamente de provocar la pandemia.

La Unión Europea, el experimento más avanzado de integración multinacional política, económica y hasta monetaria desde la Segunda Guerra Mundial, puede salir de la crisis tocada de muerte tras el Brexit, o reforzada y más integrada con iniciativas que ya se van esbozando, como un Plan Marshall europeo o los llamados coronabonos. De momento, Francia, Portugal, Italia y España se enfrentan a países como Alemania y Holanda lanzándose calificativos como “repugnante”.

China gana posiciones en el nuevo orden mundial

“Aunque los océanos nos separen, nos une la misma luna”. Es la llamativa frase que lucía escrita en castellano y en chino en los palés de material sanitario que Inditex donó a la sanidad pública española para hacer frente al coronavirus y que, por supuesto, venía de China.

Otra posible consecuencia de la crisis es el aumento de la influencia económica de China en el mundo. A pesar de que comenzó ocultando la epidemia, la China de Xi Jinping ha demostrado una gran eficacia en la lucha contra el virus gracias en buena medida a un férreo control de la población con la ayuda de la tecnología. Además, mientras la pandemia se expande y Estados Unidos, buena parte de Europa, Lationamérica y África empiezan a enfermar, China ya se ha curado.

A finales de marzo, mientras el número de contagios se disparaba en Estados Unidos, convertido en el nuevo epicentro mundial de la pandemia, China aprovechaba la ocasión para elevar su influencia internacional. El día 17, Jinping y Pedro Sánchez, presidente del Gobierno español, mantuvieron una charla telefónica con un contenido elocuente: por un lado, China ayudará a España a superar el virus, y, tras la crisis, China propone aumentar los intercambios y la cooperación en muchos ámbitos. El gigante asiático estaría dispuesto, por ejemplo, a aumentar las importaciones de productos de alta calidad procedentes de España.

La actuación de China con Italia ha sido muy semejante, instalando una idea inequívoca en el imaginario colectivo del país: mientras la Unión Europea desatiende las peticiones de los países mas afectados del sur del continente, la ayuda tiene que llegar del Lejano Oriente.

Sostenibilidad ambiental

El Covid-19 ha dejado repentinamente en stand by la que era hasta la fecha la mayor preocupación del planeta: el calentamiento global y la protección del medio ambiente. Confinados en sus casas, los habitantes del mundo han dejado de lado la preocupación por la ecología y la sostenibilidad para preocuparse por no enfermar. La activista Greta Thunberg, persona del año en 2019 según la revista Time, ha salido del mapa de la actualidad tan rápido como ha entrado en escena el coronavirius.

Sin embargo, un enemigo letal y terrorífico como el coronavirus no hace sino volver más real una amenaza a menudo lejana como la del agotamiento de los recursos o el aumento del nivel del mar.

¿Por qué? En el imaginario colectivo, y son varios los empresarios que lo han repetido durante las últimas semanas, empieza a calar la idea de que la pandemia es una suerte de “venganza” de la naturaleza. Además, el fin del mundo (por un hipotético agotamiento de los recursos naturales) era visto hasta ahora como algo lejano, mientras ahora el mundo ha bajado su listón del riesgo.

La paralización de la economía mundial, con fábricas cerradas y nula movilidad, tendrá un impacto, como ya empieza a demostrarse, en la contaminación del planeta. La Agencia Espacial Europea mostraba el pasado 27 de marzo imágenes del continente con una reducción significativa de las concentraciones de dióxido de nitrógeno en grandes ciudades como París, Milán o Madrid entre el 14 al 25 de marzo de 2020, coincidiendo con el inicio de la cuarentena en España.

Cuando la crisis del coronavirus esté superada, estos datos pueden dar alas a la sostenibilidad y el Covid-19 puede ser el gran impulsor de la transformación de la economía hacia la circularidad y, particularmente, hacia un descenso del hiperconsumo imperante en Occidente.

Desigualdad

Otro rinoceronte gris que Occidente se ocupa obstinadamente de ignorar es la creciente desigualdad que existe en el planeta. Según datos de Oxfam, 735 millones de personas en todo el mundo viven en la pobreza extrema, mientras que el 1% más rico del mundo posee más del doble de riqueza que 6.900 millones de personas.

A pesar de las críticas recibidas, particularmente desde el derrumbe del edificio Rana Plaza en Bangladesh en 2013, lo cierto es que la industria textil y del calzado ha sido un gran dinamizador de la industrialización (y salida de la pobreza para cientos de miles de personas) de países del tercer mundo. Pero también es cierto que basa su sistema de suministro en un mundo profundamente desigual que, en ocasiones, da señales de alarma. La pregunta de hasta dónde puede la moda tensar la cuerda de la desigualdad en el mundo continúa estando sobre la mesa.

El sector de la moda lleva años trabajando en mecanismos de control ante los abusos de las cadenas de suministro que escapan del alcance de las multinacionales, pero el sistema no es ni mucho menos inmune a la ruptura de la cadena de producción. En enero de 2019, las protestas laborales por una subida de salarios obligaron a cerrar decenas de fábricas en Bangladesh, mientras que seis años antes, en Camboya, unas protestas similares terminaron con varios muertos en enfrentamientos con la policía.

Tras una crisis como la del coronavirus, que ha dejado expuestas las cadenas de suministro de los gigantes del sector (primero con la paralización de China y después con el cierre de países como India o Bangladesh), las empresas van a tender de forma automática a buscar seguridad, lo que pasará por trabajar con menos proveedores pero más estables y, probablemente, geográficamente más cercanos.

Autenticidad y transparencia

En un mundo en el que la expresión fake news se ha colado casi en el diccionario, la autenticidad se ha convertido en el objetivo más ansiado de las marcas. Cuando todo el mundo engaña, los consumidores buscan marcas que no lo hagan, y de ahí el auge de jóvenes compañías que muestran a sus fundadores hablando a cámara o de firmas que dicen poner al descubierto todos sus proveedores.

En moda, otra muestra de este prestigio de la autenticidad es cómo los cánones estéticos han comenzado a cambiar y mujeres con curvas y sin maquillar han desterrado a los perfectos ángeles de Victoria’s Secret, al menos entre las generaciones más jóvenes.

Cuñaos, tierraplanistas y agoreros han abundado como nunca en las últimas semanas en las redes sociales y en los grupos de Whatsapp en España en torno al coronavirus. El terreno ha estado abonado para bulos, supersticiones y teorías de la conspiración que se han transmitido sin pausa entre una población asustada, pero paradójicamente más formada que nunca.

Con la población confinada en su casa y expuesta a todo tipo de impactos (de memes a notas de audio sobre el coronavirus), las visitas a los medios de comunicación (los en teoría garantes de la verdad) se han disparado. Cuando los habitantes del planeta dejen sus casas, seguirán buscando esa seguridad y recurrirán a marcas auténticas y transparentes, aunque sólo lo sean en apariencia. De nuevo, el Covid-19 ha acelerado un movimiento que ya se estaba produciendo.

Comunidades

Si una crisis como la actual puede hacer que la globalización dé un paso atrás, la consecuencia directa será que las comunidades volverán a tener relevancia. Internet y las redes sociales permitieron que todos los amantes de la música country en versión ska se unieran, pero ahora las comunidades harán referencia a la cercanía física.

En las grandes ciudades, los vecinos no eran más que gente con la que te cruzabas por la escalera, pero una situación como la que vive hoy el mundo está haciendo que los lazos se estrechen. Está por ver si este fenómeno se mantendrá en los vecindarios, pero diferentes sociólogos empiezan a hacer referencia a las comunidades como elemento que aporta seguridad.

Las comunidades aportan, además, cuidado, y tras meses confinados en casa protegiéndonos o pendientes de nuestros seres queridos, las marcas deberán cuidarnos. Otro valor al alza será, por tanto, la cercanía con los consumidores y la protección. Si Nike ha reinado durante los últimos años con la cultura de la victoria y el guerrero (la biografía de Phil Knight se tradujo al español con el título Nunca te pares), ahora quizás se impongan las marcas que hablen de “nosotros”.

Transformación digital

Confinados en sus casas, los ciudadanos de los países desarrollados han descubierto que se puede hacer ejercicio al lado de una ventana mediante una app sin pagar la cuota del gimnasio, y los que no se todavía no habían subido al carro del ecommerce han entrado en él aunque sólo sea para comprar papel higiénico. Aunque el ser humano es un animal social e ir al gimnasio o ir de compras tiene parte de ello, tras la crisis quizás descubriremos que hay gastos de los que podemos prescindir o que podemos incurrir en ellos de otra manera.

Por otro lado, de la noche a la mañana la reclusión ha hecho descubrir el teletrabajo a millones de personas (y empresas) y ha promovido la incorporación a toda velocidad de herramientas tecnológicas para las comunicaciones y la organización del trabajo. Aunque en los círculos más sostenibles de la industria de la moda todas las reuniones se realizaran por Zoom desde hace años para reducir la huella de carbono derivada de los viajes, lo cierto es que el grueso de la humanidad nunca había oído hablar de esta aplicación.

El consumidor terminará de transformarse digitalmente, igual que lo harán las empresas, pero la moda tendrá todavía un reto pendiente sobre la mesa. Si la transformación digital hubiera sido plena en el sector, la industria 4.0 hubiera estado ya implantada, mitigando el que será el gran enemigo del sector cuando las tiendas reabran: el stock. Si la producción bajo demanda ya era una labor pendiente del sector, las toneladas de stock devaluado que encontrarán las empresas al salir de la crisis del coronavirus harán que sea una tarea aún más apremiante.

Menos es más

Si las personas han bajado su umbral del riesgo, también lo han hecho las empresas. En un mundo en el que, de la noche a la mañana, las tiendas pueden estar totalmente cerradas y el consumo quedarse a cero, los actores económicos se lo pensarán dos veces antes de tomar riesgos.

En un sector en el que el consumo se frena año tras año, al menos en los países desarrollados, y en el que el producto ya no está entre las prioridades de los consumidores como es la moda, a lo largo del último año el número de empresas que han empezado a dejar de tener el crecimiento como su máxima ha ido al alza. “Menos es más” o “rentabilidad y no crecimiento” son dos expresiones que se han instalado en los comités de dirección.

Por otro lado, los consumidores habían empezado también a cambiar. En 2019, por ejemplo, se acuñó el término sueco köpskam para definir la vergüenza de comprar ropa. Tras meses confinados, quizás el consumidor sienta unas ganas locas de renovar todo su vestuario, pero quizás también, después de haber tenido tiempo de ordenar su armario, se habrá dado cuenta de la cantidad de prendas que tiene y no usa.

El menos es más, aplicado a las empresas o a las personas, conduce a un mundo intrínsecamente más lento. En un entorno más vulnerable, más peligroso y más lento, la caja es más importante que el beneficio, y el beneficio más que la facturación. Una gran red de tiendas se ha evidenciado, por ejemplo, como un lastre en un momento como el actual.

Utopía contra distopía

Thomas Moro imaginó en Utopía una isla desconocida en la que se lograría la organización ideal de la sociedad, pero lo cierto es que la literatura de ciencia ficción no ha ahondado mucho a lo largo de la historia en los futuros perfectos. Por el contrario, desde Un mundo feliz de Aldous Huxley a 1984 de George Orwell, pasando por Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, Blade Runner de Philip K. Dick, o Nosotros de Evgueni Zamiatin, las distopías y novelas postapocalípticas han hecho volar mucho más la imaginación de los grandes autores del género.

En síntesis, estos escritores proyectan sus temores sobre la deriva del mundo actual (el que les tocó vivir, en todo caso, como le ocurrió a Orwell en 1948) para imaginar hacia dónde podría llegar el sistema en el futuro (en este caso, a 1984). Es decir, cómo podría degenerar el mundo.

No hace falta mucha imaginación para vislumbrar un futuro inmediato en el que el mundo saldrá del confinamiento del coronavirus más empobrecido y, desde luego, con unos consumidores menos dispuestos a gastar dinero en moda. Según las primeras estimaciones de Boston Consulting Group, la caída más elevada de las ventas de moda se producirá precisamente en el sur de Europa, con un descenso en el consumo que podría llegar al 40%.

Niveles de paro disparados, cierre de cientos de empresas y deudas públicas abultadas conformarán en general un mundo más empobrecido, pero que antes o después superará la conmoción del duro golpe recibido. Está por configurarse una nueva normalidad y, tras el parón absoluto, la humanidad emprenderá un rumbo a alguna parte. ¿Con qué escenario se encontrará la moda?

La visión más optimista es la de un mundo más maduro en el que las personas y las empresas han aprendido algunas lecciones y que será, por tanto, más transparente y sostenible. En el mismo, los valores del poder y la victoria se reconfiguran en favor de una concepción más relajada y holística de la felicidad y el bienestar. El mundo tomará una hoja de ruta que está en realidad muy clara: crecimiento inclusivo y economía circular, como promulgan hoy en día de la ONU al FMI.

La peor, en cambio, es la de un mundo que sucumbe a los riesgos más perniciosos del miedo incontrolable y la arrogancia irreflexiva, y en el que logros que parecían inquebrantables, como mundialización y democracia, se desdibujan y desaparecen. Un mundo de más barreras, más pobreza, más ignorancia y más totalitarismo, en definitiva peor para una mayor parte de la humanidad. Un panorama que muchos ven lejano, superado, pero que el cisne negro que acaba de entrar en escena hace más creíble.

Gran crítico de la sociedad victoriana que le tocó vivir, H. G. Wells era en realidad un optimista. Fue capaz de imaginar un mundo destruido por una invasión marciana, pero dejó espacio para la esperanza en que, quizás, todo había servido para algo. “Es posible que, con relación al conjunto del universo, esta invasión de Marte acabe suponiendo un beneficio para los hombres: nos ha despojado de la confianza serena en el futuro, que es lo que más fomenta su decadencia, y ha contribuido enormemente a la ciencia humana y a promover la concepción del bien común de la humanidad”.

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