Los misiles de la guerra comercial

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Donald Trump lanzó desde la Casa Blanca, al empezar agosto, un poderoso misil intercontinental con el que esperaba golpear a sus enemigos chinos en el corazón de su comercio exterior. Es un misil cargado de aranceles de 10 % para un amplio conjunto de productos chinos, aplicables para su ingreso a territorio estadounidense a partir de septiembre.

El misil, de fabricación local, explotará en cada cargamento que llegue a los puertos estadounidenses. Cuando los productos deben pagar los impuestos de ingreso, se verán afectados porque el 97 % de los mismos tendrá que pagar un arancel de importación mayor.

Es un arma de impacto colateral ya que al tener que pagar un gravamen más alto, se encarece el producto y es obvio que ese mayor costo es finamente trasladado al consumidor, sea empresa o persona natural. Al hacer que los productos chinos sean más costosas no pretende el soldado Trump simplemente golpear a los compradores, puesto que muchos de ellos son sus propios compatriotas.

Lo que busca es que al hacerlos más caros, se desestimule su consumo y ello, mirado a gran escala, afecta las exportaciones de su rival. Ese es el objetivo final del misil: herir las exportaciones chinas, haciéndoles perder competitividad por sus altos precios.

Es un arma ideal para una guerra comercial, como la que de nuevo está afectando a todo el mundo, entre las dos mayores potencias económicas mundiales: EE. UU. y China.

En la batalla entre EE. UU. y China no se usan tanques ni submarinos, ni se hacen bombardeos: las armas son otras. Donald Trump y Xi Jinping, presidentes de los dos países, comandan sus tropas.

Al otro lado del mundo, el soldado Xi Jinping prepara su respuesta. Pero decide no responder con otro misil aduanero, sino acudir a una arma que golpee las corrientes comerciales de su rival. Y entonces suelta una bomba monetaria: la devaluación. El 6 de agosto decide que su moneda, el yuan, ya no se cotice a 6.90 por dólar, sino a 7.

¿Cuál es el efecto de esa bomba? Hacer más baratas todas las exportaciones de su país, porque ahora el importador en EE. UU. tiene que pagar menos por la misma mercancía y, por ende, puede comprar más cantidad sin gastar más dólares. Y a sus exportadores les aporta alegría, porque por sus ventas recibirán más yuanes. Es decir, devuelve a sus exportaciones el poder competitivo que perderían con los aranceles de su enemigo.

La bomba monetaria explota en Washington, provocando la furia de Trump, quien dispara ráfagas con su incansable ametralladora Twitter. Pero la bomba golpea duro y su efecto

llega a Wall Street, provocando drama en la bolsa neoyorquina. Y aún más: su poder se extiende a Europa y hunde sus bolsas, y luego a Latinoamérica, donde también hiere las bolsas y deja heridas sus monedas, qua caen frente al dólar. No se juega con los chinos. No se les derrota fácilmente.

Trump los vuelve a acusar de manipuladores monetarios, a través de se metralleta: “China ha reducido el precio de su divisa hasta alcanzar casi un mínimo histórico. A esto se le llama manipulación de la divisa”. Es una acusación que ha repartido durante todo su Gobierno y ahora, la utiliza en la guerra.

Los dos han enfocado sus fuerzas a golpear el comercio exterior de su rival.

Pero Xi responde con misil de advertencias, porque no le gusta esa acusación de manipulación que, responde a través de su banco central, “no solo socavará gravemente el orden financiero internacional, sino que también desencadenará turbulencias en el mercado financiero, obstaculizará en gran medida el comercio internacional y la recuperación económica mundial”.

Si todo eso ocurre, la economía estadounidense se verá seriamente golpeada. De hecho, ya la guerra genera preocupación en la empresa privada y la inversión está ralentizada. Trump advierte el peligro y pide, desesperado, una ayuda al ejército de la Reserva Federal, para que baje las tasas de interés, con lo cual, en teoría se inyectaría dinamismo a la economía a través de créditos empresariales.

Mientras tanto, entonces el soldado Xi, dispara otra arma: su misil de restricción.Es de fácil manejo. Simplemente se activa anunciando el próximo cierre de las fronteras chinas a las importaciones de bienes agrícolas cuando sean estadounidenses.

Furioso, Trump alista su respuesta: un tanque del Fondo Monetario Internacional. La Secretaría del Tesoro anunció que va a solicitar a esa institución medidas para “eliminarla ventaja competitiva injusta creada por las últimas acciones de China”.

Ello significa reconocer que la bomba de Xi fue un duro golpe. Pero lo que haga el FMI será respondido desde Beijing. En vísperas de la Cumbre del G7, en Biarritz, China le amargó el viaje a Trump, anunciando un nuevo aumento de aranceles del 5 % a 10 % a los productos estadounidenses (lo cual significa US$75,000 millones), para algunos ítems desde este mes y para otros desde el 15 de diciembre. Y esta vez, con un misil de largo alcance: arancel del 25% a los automóviles.

Furioso, Trump hizo otro tanto, al decidir que desde octubre suben del 25 % al 30 % los aranceles a productos chinos (implica US$250,000 millones). En los diálogos bilaterales del jefe de la Casa Blanca en Biarritz, varios de sus poderosos colegas le hablaron sobre el tema, subrayando la necesidad de aplacar las hostilidades, por los graves efectos que tendrían sobre la economía mundial.

Empero, Trump no modificó sus convicciones solo porque otros mandatarios se lo sugirieran. Lo que sí lo hizo reaccionar, fue el mensaje del vice primer ministro chino Liu He, advirtiendo que la guerra es perjudicial para todos y sugiriendo una “negociación reposada”.

La respuesta del estadounidense fue la de manifestar que podría haber diálogos con los chinos “en breve”. No es el fin de la guerra, ni un alto al fuego. Pero es una tenue luz que en el futuro podría dar paso a cesar un conflicto que ni a los combatientes, ni a los espectadores beneficia.

Trump acostumbra a hablar en voz alta, amenaza e insulta. Xi sonríe con prudencia, pero responde con firmeza. Impetuoso el soldado estadounidense; tranquilo, el soldado chino. Por ahora, la guerra sigue.

El próximo mes Estados y China se reunirán para continuar con la ronda de negociaciones.

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