Llueve sobre mojado en la moda británica: el ‘tornado Brexit’ irrumpe en un sector en horas bajas

God save British retail. La incertidumbre ante la inminente salida de Reino Unido de la Unión Europea no podía coger en peor momento a los gigantes británicos de la moda. Desde 2016, los concursos, cierres y caídas de ventas se acumulan entre los mayores operadores del sector, que ahora enfrentan el desafío del Brexit sin apenas margen de maniobra.

La tormenta comenzó a cernirse sobre el high street británico ya en 2016. Fue el año en que quebró el gigante BHS, que The Guardian calificó como la peor noticia para el retail del país desde la desaparición de Woolworths en 2008.

El Apocalipsis Retail, que azotaba ya a Estados Unidos, entró en Europa a través de Reino Unido, donde los operadores tenían menos flexibilidad por la duración de los contratos de alquiler. Como en Estados Unidos, la mayoría de cadenas británicas están poco internacionalizadas, lo que magnificó todavía más el impacto del apocalipsis.

La crisis no es exclusiva del sector. En 2018, se registraron 2.481 cierres netos de tiendas en el país, el récord histórico, frente a las 1.772 que bajaron la persiana el año anterior. En total, abrieron 3.372 establecimientos, unos nueve al día, frente a las 16 tiendas que se abrían cada jornada en 2013. Otros 5.833 establecimientos bajaron la persiana.

Gran parte de los cierres se deben a procesos de reestructuración: en 2018, casi 120 retailers se acogieron a alguna fórmula similar al concurso de acreedores, un 6% más que en 2017, según datos de Deloitte.

En el retail de moda, el saldo también fue negativo: el año pasado se abrieron 347 tiendas y se cerraron 616, según un informe de PwC elaborado a partir de datos de The Local Data Company. En lo que va de año, la moda ha vuelto a liderar el repliegue, con 262 cierres y un saldo neto de 118 tiendas menos.

 

Las ventas, en cambio, no arrojan una evolución tan negativa: desde 2016, la facturación del comercio minorista sólo ha cerrado cinco meses en descenso. En lo que va de año, el sector ha oscilado subidas de hasta el 7,8% en abril con caídas de apenas el 0,1%, registrada en mayo.

La crisis llega a todos los sectores, del lujo a la gran distribución, pasando por el ecommerce. Uno de los últimos en sumarse a la oleada de reestructuraciones es Laura Ashley, que anunció este año el cierre de cuarenta de sus tiendas en Reino Unido y de todas con las que el grupo operaba en Australia.

Pero no es el único. Arcadia, propietaria de Topshop, Topman, Dorothy Perkins, Burton y Miss Selfridge, llegó el pasado junio a un acuerdo de insolvencia (CVA, en sus siglas en inglés) con sus acreedores para evitar el concurso. El acuerdo contempla el cierre de medio centenar de tiendas en Reino Unido e Irlanda, y la reestructuración de su negoci en Estados Unidos.

Topshop y Topman, las dos principales cadenas del grupo, encogieron sus ventas un 9% en 2018, hasta 847 millones de libras, mientras que las pérdidas antes de impuestos se dispararon hasta 505,1 millones de libras.

Mothercare, uno de los mayores grupos de moda infantil del mundo, lleva ya casi diez años inmersa en distintos procesos de reestructuración. En 2018, la compañía recuperó a su consejero delegado, Mark Newton-Jones, apenas un mes después de su salida para encarar un nuevo plan (CVA) que ha supuesto 200 despidos y el cierre de 79 de sus 134 tiendas en Reino Unido.

El grupo cerró el último ejercicio (finalizado el 30 de marzo) con unas pérdidas antes de impuestos de 87,3 millones de libras, frente a las 72,8 millones de libras del año anterior. Las ventas, por su parte, cayeron un 7,9%.

  

Otra de las compañías en crisis es Superdry. Su cofundador, Julian Dunkerton, que regresó a la empresa el año pasado, ha reconocido que “llevará tiempo” revivir la compañía, que en julio comunicó unas pérdidas de 85 millones de libras.

El pasado marzo, la empresa puso en marcha un plan de reestructuración para reducir costes en veinte millones de libras y que contemplaba, entre otras medidas, el despido de hasta 200 empleados de su sede central.

Aunque el grupo cerró 2018 al alza, este año ha empezado a sufrir la ralentización del retail, con una caída de las ventas del 1,5% en el tercer trimestre. La marca continuó elevando su facturación en el canal multimarca, pero su red de tiendas lastró su facturación.

Ted Baker sigue el mismo camino. La cadena cerró 2018 con una caída del beneficio del 26%, hasta 51 millones de libras, y en junio lanzó un profit warning por las “extremadamente difíciles” condiciones para el comercio.

Next ha sido uno de los operadores más resilientes, hasta ahora. El pasado 19 de septiembre, las acciones del grupo se hundieron en la bolsa de Londres después de anunciar una caída de las ventas del 4% en los seis primeros meses del ejercicio. Su consejero delegado, Simon Wolfson, un firme defensor del Brexit, insistió en que el descenso no está relacionado con la inminente salida de la Unión Europea.

Burberry, una de las compañías británicas más internacionalizadas, tampoco pasa por su mejor momento. El grupo, que se encuentra inmerso en un giro estratégico tras cambiar de equipo directivo, cerró 2018 en plano y anunció a principios de este año que cerrará una de cada diez tiendas en todo el mundo.

Otro retailer local de lujo, Mulberry, tampoco atraviesa un buen momento. La compañía redujo un 6% sus ventas en Reino Unido en el ejercicio 2018 (cerrado el 30 de marzo de este año), lastrada en gran parte por el colapso de House of Fraser, uno de sus principales canales de venta. En global, las ventas de la compañía cayeron un 2%.

Los grandes almacenes, reyes de la reestructuración

Marks&Spencer enfrenta una de las mayores reestructuraciones del país para evitar seguir el camino de BHS. La compañía, uno de los principales retailers británicos, ha trazado una nueva estrategia basada en tiendas más pequeñas y el canal online. Sólo en 2018, la compañía anunció 300 despidos en Reino Unido y cien cierres.

La empresa ha comenzado a recoger los frutos de esta reestructuración: en 2018, la compañía elevó un 26,6% su beneficio, hasta 84,6 millones de libras, peses a encoger sus ventas un 3%. Con todo, la empresa sufrió un duro golpe este año tras salir del selectivo de referencia de la bolsa británica, el Ftse100.

House of Fraser, en cambio, no termina de remontar. La compañía fue rescatada el año pasado por Sports Direct por noventa millones de libras, pero el proceso concursal todavía no se ha resuelto. 

Los planes de Mike Ashley, dueño del grupo de moda deportiva, pasaban por convertir la cadena de grandes almacenes en el Harrods del high street. Sin embargo, en los últimos resultados de Sports Direct empezaron a vislumbrarse las dificultades para acelerar el negocio. En agosto, los acreedores acordaron alargar el proceso concursal un año más, hasta 2020.

La complejidad de integrar House of Fraser ha lastrado también la evolución de Sports Direct, que el pasado julio aplazó la presentación de sus cuentas anuales por “la actual incertidumbre sobre el futuro desempeño de House of Fraser, así como el creciente escrutinio regulatorio de auditores y auditorías”.

Otro grupo británico de moda deportiva, JD Sports, continúa desafiando las complejas condiciones del retail con aumento en ventas y beneficio. La compañía ha cerrado el primer semestre de este año con un crecimiento del 47% en sus ventas, hasta 2.700 millones de libras, mientras que su beneficio se elevó un 6,6%, hasta 129,9 millones.

El online, a doble velocidad

El canal online tampoco escapa a la crisis que atraviesan los grupos británicos de moda. Asos, el rey local de la moda online y una de las mayores plataformas europeas especializadas en el sector, presentó tres profit warnings en ocho meses entre diciembre de 2018 y julio de 2019.

En el último, Asos recortó su previsión de beneficios para el ejercicio 2019 hasta entre 30 millones y 35 millones de libras, muy por debajo de los 55 millones de libras que preveían los analistas y menos de la mitad de los 102 millones con los que cerró 2018. La compañía atribuyó la revisión a problemas logísticos en Estados Unidos y Europa.

Su rival Boohoo, en cambio, sigue viento en popa. La plataforma, que controla también Pretty Little Thing, Nasty Gal y, desde este año, Coat y Karen Millen, disparó sus ventas un 48% en el último ejercicio y elevó su beneficio antes de impuestos un 38%, hasta 59,9 millones de libras.

El Brexit desgarra las cuentas de la moda en Reino Unido

La moda se descose en Reino Unido. El mercado británico de la moda mantiene su potencia internacional pese a la amenaza del Brexit, pero operadores locales e internacionales observan con recelo la evolución de las relaciones entre el imprevisible Boris Johnson y sus interlocutores en la Unión Europea. Mientras los primeros temen la pérdida de competitividad exterior de los grupos británicos, los segundos ven peligrar sus activos en Londres, una ciudad que es vista como un trampolín internacional.

Con una población de 61,1 millones de habitantes, Reino Unido es uno de los destinos prioritarios de las empresas de moda de todo el mundo. El consumo de moda en Reino Unido se sitúa alrededor de 55.237 millones de euros, por debajo del de Alemania pero lejos de los 45.171 millones de Francia. 

Se calcula que cada británico gasta en moda unos 848 euros por año, pero este valor podría ir a la baja. Según los últimos datos disponibles, en mayo, junio y julio las ventas minoristas de vestido y calzado en Reino Unido registraron una caída media del 9,9%, la más alta de entre las principales categoría de consumo.

Con respecto a los precios, tal y como ocurre con España en Reino Unido se sitúan por debajo de la media comunitaria en moda. En particular, según datos de Eurostat Reino Unido es un 7,3% más barato en moda que el conjunto de la Unión Europea.  

Reino Unido cuenta con tres ciudades en el ránking Hot Retail Cities, que analiza las cien ciudades del mundo más atractivas para el retail. Se trata Londres, Birmingham y Mánchester, que se benefician de un alto consumo en los hogares y de una economía fuerte y estable, al menos hasta ahora. 

Según Global Destination Cities Index, de Mastercard, Londres se situó en tercera posición mundial en el ránking de las ciudades más visitadas del mundo en 2018, con un total de 19,1 millones de visitantes internacionales. La cifra cae, no obstante, respecto al año anterior, cuando Londres habría recibido 19,8 millones de turistas.

En 2018, el gasto total de los turistas internacionales se situó en Londres en 16.470 millones de dólares, sólo superado por el gasto de los visitantes extranjeros en ciudades como Doubái, La Meca, Bangkok o Singapur. 

Junto al tamaño, el turismo explica, en parte, que la diferencia entre Londres y las otras dos ciudades sea abismal: mientras la primera ocupa la décima posición mundial, la segunda aparece en la 61 y la tercera en la 67. Tal y como señalan expertos en retail consultados por Modaes.es, más allá de Londres, Reino Unido no es un buen mercado para la moda internacional.

Si Nueva York es la capital del mundo en el ámbito de la moda, Londres es la europea. Su economía, su población, su turismo y su proyección mundial hacen de la capital británica objeto de deseo de la moda internacional. Más allá de la capital y su área de influencia, el consumo de moda está regido por el precio y se concentra en operadores locales.

“El problema de Reino Unido es que el país es Londres”, señala un retailer global de moda, al tiempo que explica que cuando una marca desembarca en el país debe hacer los cálculos de inversión teniendo en cuenta que difícilmente se expandirá más allá de la capital. “Hay que hacer una cuenta global para una sola ciudad”, añade.

Los costes son especialmente altos en el capítulo de alquileres. De hecho, el pasado agosto algunos de los mayores retailers del país reclamaron al gobierno una reforma con carácter urgente del sistema de tarifas comerciales, que actualmente grava a las empresas en función de los edificios que ocupan.

Sin embargo, a la mayoría de marcas estas cuentas hasta ahora les han cuadrado. ¿Por qué? Londres es un trampolín al resto del mundo, especialmente Oriente Medio y Europa del Este, gracias al turismo que recibe y a la afinidad de los grupos distribuidores de moda con este mercado. Las cuentas cuadran en Londres porque de ahí se da el salto a otros países.

Habitualmente, las marcas utilizan las tiendas de Londres como escaparate para conseguir franquicias en mercados como Oriente Medio, pues se considera que si una marca está presente en esta ciudad es que tiene la fuerza suficiente como para viajar bien.

El Brexit podría terminar afectando a la relación de Reino Unido con el resto del mundo y a su posicionamiento como eje del retail en Europa, de manera que las inversiones realizadas en el país por retailers globales peligrarían, igual que lo haría la aportación de este sector a la economía del país. El retail es el mayor empleador de Reino Unido, dando empleo a alrededor de tres millones de personas. La industria copa aproximadamente el 5% de la economía del país, pero paga alrededor del 10% de todos los impuestos comerciales y del 25% de las tasas comerciales.

32.000 millones de libras y 890.000 empleos

Por su tradición como polo industrial y por la repercusión de sus marcas, la moda es un sector económico relevante para Reino Unido. Además, el sector ha sabido capitanear la transformación de su modelo dando lugar a gigantes del ecommerce como Asos o Net à Porter. Según el British Fashion Council la moda aporta anualmente 32.000 millones de libras a la economía británica, al tiempo que emplea a 890.000 personas, casi el mismo volumen que el sector financiero.

Aunque las consecuencias del Brexit todavía son desconocidas, los economistas han empezado a hacer sus cálculos en diferentes sectores. Según Retail Economics, en el caso de un Brexit duro los tratados comerciales desaparecerían, de manera que diseñadores, retailers y fabricantes de materia prima debería empezar a pagar para vender a los países miembro de la Unión Europea, y viceversa. Retail Economics fija los aranceles en alrededor del 11%, es decir, más de 1.100 de libras cada año.

El British Fashion Council también ha hecho sus cálculos. Un Brexit sin acuerdo costaría a la industria de la moda británica entre 850 millones y 900 millones de libras (unos 1.000 millones de euros) como consecuencia de la adopción de las reglas de la Organización Mundial del Comercio (OMC), pero también de otros elementos como la reducción del personal para tienda, que podría hacer elevar los salarios.

La patronal de la moda en Reino Unido ha comenzado ya a reclamar medidas para asegurar que la moda británica continúa siendo competitiva fuera de sus fronteras en caso de que el país abandone la Unión Europea. “Instamos al gobierno a buscar un acuerdo con la UE que garantice el crecimiento saludable y constante de la industria de la moda”, señaló el British Fashion Council a principios de septiembre.

Alrededor de ochenta líneas arancelarias de moda estarán sujetas a impuestos de importación de entre el 8% y el 12% en caso de un Brexit duro. El gobierno ha señalado, según recoge el British Fashion Council, que hilos y telas estará libres de impuestos durante un año, pero este aumento arancelario encarecerá previsiblemente las importaciones, haciendo más complicado para los retailers internacionales competir en el país.

De igual modo que sucede en Brasil (uno de los países más complejos para la moda por sus altos aranceles de entrada), las empresas locales deberá elevar su aprovisionamiento en cercanía, fomentando la industria local, sí, pero también complicando su competitividad frente a los gigantes de la moda.

Las exportaciones se verán igualmente afectadas. En caso de una salida no pactada de la Unión Europea, Reino Unido volvería a las normas de la OMC, lo que representaría un arancel de entre el 6% y el 12% sobre el producto exportado, un coste que las empresas del sector deberían repercutir en el precio final o en sus márgenes. La fluctuación de la libra en el mercado de divisas también podría impactar en los precios.

Las exportaciones británicas de prendas de vestir no se han resentido, todavía, por el anuncio de la salida británica de la Unión Europea. Según los últimos datos disponibles, de 2017, las ventas de productos de confección al exterior se situaron en 8.336 millones de dólares, un 3,5% más que en el año anterior. La subida de 2017 vino precedida de dos caídas consecutivas, desde el valor máximo histórico, de 8.450 millones de dólares en 2014. 

Cuenta atrás para Málaga Designer Outlet: Puma, Ralph Lauren y Guess sellan su entrada

Cuenta atrás para el macrocomplejo del lujo en Málaga. En 2014, el promotor y constructor británico de centros comerciales McArthurGlen y el gigante portugués Sonae sellaron una alianza para la creación de un centro comercial dedicado al lujo: Málaga Designer Outlet. Ahora, cinco años después de la primera piedra y tras posponer varias veces su inauguración, el complejo se prepara para abrir sus puertas.

Ubicado junto al Centro Comercial Plaza Mayor, propiedad de Sonae Sierra, Málaga Designer Outlet ha supuesto una inversión total de alrededor de 140 millones de euros por parte de ambos socios.

El proyecto se ha llevado a cabo en dos fases. La primera, que se pondrá en marcha a para finales de año, albergará cien tiendas, con una superficie comercial de 17.750 metros cuadrados. De la inversión de ambas empresas, ochenta millones de euros han sido destinados para la construcción de esta primera fase.

 

 

La segunda fase del proyecto albergará alrededor de 170 establecimientos, que ocuparán 30.000 metros cuadrados de superficie. En total, los puntos de venta que operarán en el centro comercial contarán con una superficie de entre 100 y 180 metros cuadrados.

Tras la apertura de la primera fase de Málaga Designer Outlet, que espera subir la persiana del centro con alrededor del 70% del espacio comercial alquilado, la promotora proyectará la fecha para la segunda fase. En total, se estima que la puesta en marcha del complejo suponga la creación de alrededor de un millar de puestos de trabajo.

Málaga Designer Outlet es el primer proyecto de McArthurGlen en España. Con la creación de este complejo especializado en oferta outlet de marcas de lujo, la promotora británica desafía a otros operadores como Value Retail, que opera en España con La Roca Village (Barcelona) y Las Rozas Village (Madrid), o Neinver, propietario de los complejos The Style Outlets, que cuenta con presencia en localidades como Viladecans (Barcelona), Madrid y A Coruña.

El lujo se asoma a Málaga

Durante la fase inicial de la construcción de Málaga Designer Outlet ya confirmaron su presencia varias compañías internacionales como Puma, Diesel, Lacoste, Antony Morato, Elena Miró, Columbia, Ecco, Birkenstock, Haribo, Roberto Verino, Zwilling J.A. Henckels o Ralph Lauren.

Además, McArthurGlen espera que entren a operar en Málaga Designer Outlet empresas como Michael Kors, Armani, Versace, Prada, Dolce&Gabbana o Bulgari, que ya operan en otros de los complejos del grupo.

Pinko estudia saltar a bolsa y proyecta 30 aperturas en China en 2020

El giro de 180 grados de Pinko. La empresa italiana de moda femenina Pinko se encuentra en medio de un proceso de reestructuración que incluye su expansión internacional, impulsando específicamente su mercado asiático y la posibilidad de saltar a bolsa, según ha explicado a Modaes Federico Bonelli, director general de la empresa.

Pinko no descarta la posibilidad de salir a bolsa. La compañía italiana no está buscando inversores en este momento y considera que el capital de riesgo es “demasiado pequeño” para el grupo.

Algunas de las compañías de moda que salieron al parqué este año son Levi Strauss, Madewell, propiedad de J.Crew, TheRealReal, Revolve y Global Fashion Group.

Con los ojos puestos en el mercado asiático, la compañía explica que el consumidor chino es clave para Pinko porque es uno de sus principales objetivos y define su producto como “moderno, fuerte y asequible”. El mercado chino representa alrededor del 30% de las ventas totales de la empresa. Pinko planea expandir su red de tiendas en el país de setenta a cien establecimientos para 2020.

La compañía no planea ingresar en ningún mercado nuevo, pero está buscando consolidar su presencia en sus territorios actuales. Los planes de la compañía incluyen centrar sus esfuerzos en la innovación de sus productos, en su experiencia en tienda y digitalización.

Uno de sus principales desafíos es reforzar su digitalización y crear tres joint ventures con socios en Asia cuyos nombres no han trascendido. La compañía espera duplicar su participación en el comercio electrónico, que actualmente representa el 5% de sus ventas, en los próximos cinco años.

Pinko está en medio de un plan de reestructuración que incluye reorganizar el 80% de su equipo de gestión. Sin embargo, el resto de sus empleados se mantendrá estable y su estrategia de distribución continuará siendo a través de tiendas propias y puntos de venta multimarca.

El grupo está en el segmento de moda premium y, según Federico Bonelli, es “muy dinámico y con un enorme potencial de crecimiento”. Esta división es el segmento de más rápido desarrollo en el mercado, con un crecimiento del 15% anual, agregó el ejecutivo.

Pinko cerró su año fiscal 2018 con unos ingresos de 210 millones de euros y espera ser una compañía de 500 millones de euros a mediano y largo plazo. La empresa tiene 250 tiendas propias y opera en 1.500 puntos de venta multimarca. Los tres principales mercados de Pinko son Italia, China y Rusia.

TCN emprende la remontada: prepara su regreso a Madrid tras cambiar de manos

TCN sigue dando forma a su nueva etapa. Tras ser rescatada por Nath, y pilotada de nuevo por Totón Comella y Josep Maria Donat, la compañía traza su nueva hoja de ruta que pasa, entre otras medidas, por volver a abrir un establecimiento en Madrid.

Actualmente, TCN opera con tres tiendas, todas ellas ubicadas en Cataluña, y está presente en 150 puntos de venta multimarca en España y otros cien en el extranjero. El objetivo a medio plazo pasa por expandirse a nuevos mercados y volcarse en el canal online, para convertir el ecommerce en la mayor tienda de la empresa en ventas.

La empresa ha lanzado ya al mercado su nueva colección, la primera con Totón Comella de nuevo en la dirección creativa, para “volver a poner el ADN de la marca en el mismo sitio”, ha explicado Josep Maria Donat a Modaes.es.

“Vamos a ir dando pasos controlados pero fuertes”, ha señalado Donat. En este sentido, en el extranjero la empresa prevé seguir conquistando nuevos territorios a través del canal multimarca.

“Japón, donde somos ya muy fuertes, podría ser un primer paso para entrar en China o en el resto de Asia”, apunta Donat. Para su desarrollo internacional, la empresa continuará apoyándose en agentes, y por el momento descarta acudir a ferias.

A finales de 2018, Endurance Partners, que compró la empresa en 2015, llevó a concurso la sociedad Noeco, que controlaba los empleados y la estructura, pero no la marca. A principios de 2019 y tras meses de negociaciones, Nath se hizo con la unidad productiva de Noeco. El acuerdo incluía también el traspaso de los derechos de la marca y la continuidad de la

plantilla.

Tras la venta de la empresa, Donat y Comella regresaron a la gestión y al capital con una participación minoritaria. Entonces, Donat explicó a Modaes.es que la idea era trabajar “una marca de lujo asequible, volviendo a los orígenes, pero con una filosofía nueva adaptada a la transformación del sector”. Nath prevé también abrir una nueva tienda en Madrid y poner en marcha un almacén en Badalona (Barcelona).

SIMB35: la moda repunta un 2,8% en bolsa en septiembre gracias al empuje de EEUU

La moda vuelve a tomar empuje en bolsa. Tras el tropiezo de agosto, una nueva batería de presentaciones de resultados ha vuelvo a impulsar al Selectivo Internacional Modaes.es de Bolsa (SIMB35) en septiembre. El indicador, que recoge la evolución de las 35 cotizadas más representativas de la moda internacional, ha cerrado el mes con un alza del 2,83%, hasta 20.669 puntos.

La evolución de SIMB35 no está muy lejos de la registrada por otros selectivos internacionales como el Ibex35, que escaló un 4,21% en septiembre, o el Dow Jones, que repuntó un 1,58%. Descontando el impacto de los tipos de cambio, el crecimiento del SIMB35 se situó en el 2,66%. El alza registrada en septiembre ha acercado de nuevo al selectivo de moda a la barrera de los 21.000 puntos, un récord histórico que alcanzó el pasado julio.

Las compañías estadounidenses han copado el top 10 de los valores más alcistas del mes con una excepción, Esprit, que cotiza en la bolsa de Hong Kong y culminó septiembre con un avance del 30,5%.

La compañía comunicó en septiembre sus resultados anuales, que comienzan a reflejar un pequeño cambio de tendencia. Pese a que las ventas del grupo cayeron un 16%, la compañía logró contener las pérdidas, que pasaron de 2.554 millones de dólares de Hong Kong (295,8 millones de euros) de 2018 a 2.144 millones de dólares (248,3 millones de euros) en 2019.

Le siguieron los dos conglomerados de reciente creación en Estados Unidos: Tapestry, matriz de Coach, Kate Spade y Stuart Weitzman, y Capri, que controla Michael Kors, Jimmy Choo y Versace.

La primera anotó un repunte del 25,9% en el parqué, aupada por el alza registrada tras la salida de su consejero delegado, Victor Luis, en septiembre. Michael Kors, por su parte, avanzó un 23,7% en bolsa.

En la parte opuesta de la tabla se situó un pure player, Zalando, seguido de Richemont, que controla también la empresa de ecommerce Yoox Net-a-Porter. Los títulos del grupo alemán de comercio electrónico se dejaron un 8,8% en bolsa, tras corregir bruscamente el rally del 100% que acumulaba en el año.

El descenso se debió a la desinversión con descuento de su principal accionista, el grupo sueco Kinnevik, que vendió 13,13 millones de acciones para centrarse en otras start ups de rápido crecimiento. Tras la operación, los títulos de la compañía registraron una caída superior al 10% en una jornada.

Richemont, por su parte, anotó una caída del 4,9%, lastrada en parte por varios informes de analistas como UBS que recomendaron vender la acción porque el sector del lujo en Europa se encuentra “en un punto de inflexión”. “Cuatro años después del inicio de la recuperación en el sector, puede que nos estemos acercando al final del ciclo”, aseguraba UBS en su informe.

Actualizado mensualmente por Modaes.es, el SIMB35 es el resultado de la multiplicación del valor del mes anterior por la división de la suma de las capitalizaciones bursátiles en euros del mes actual de las 35 empresas que componen el selectivo entre la suma de las capitalizaciones del mes anterior, teniendo en cuenta un factor corrector si se producen alteraciones en el número de acciones. El SIMB35 nació en septiembre de 2011, con una base de cotización de 10.000 puntos. 

Quién es quién: nombres propios y palabras clave para entender el Brexit

David Cameron, Jeremy Corbyn o John Berow son tan solo algunos de los protagonistas del Brexit. Durante los últimos meses se han puesto sobre la mesa nombres propios y una jerga reservada para los negociadores de la salida del Reino Unido de la Unión Europea (UE) antes del 31 de octubre. ¿Quién son los principales actores? ¿Cómo se compone el tablero político?

 

David Cameron

David Cameron, contigo empezó todo. Alumno del prestigioso Eton College y licenciado en Filosofía, Política y Economía por la Universidad de Oxford, el político fue elegido líder del Partido Conservador en 2005. En 2010, Cameron accedió al cargo de primer ministro de Reino Unido y, tres años más tarde, en un discurso en el cuartel general de Bloomberg en Londres, puso por primera vez en el horizonte la promesa del referéndum.

“Pedir a los británicos que continúen aceptando un acuerdo europeo sobre el que han tenido pocas opciones es una forma de garantizar que, cuando finalmente se haga la pregunta, los británicos rechacen la Unión Europea”, aseguró. “Por este motivo estoy a favor de un referéndum”, añadió.

En 2015, tras ganar las elecciones, Cameron retomó la idea del referéndum, fijada por el Partido Conservador como una de sus prioridades. Ese mismo año, el Parlamento británico aprobó la European Union Referendum Act 2015, que autorizaba la celebración de la consulta, y se fijó la fecha para el 23 de junio de 2016. El entonces primer ministro prometió defender la permanencia en la Unión Europea y anunció su dimisión cuando se constató la victoria de los partidarios de abandonarla.

Theresa May

Theresa May fue nombrada primera ministra el 13 de julio de 2016 tras la dimisión de David Cameron. La política estudió Geografía en la Universidad de Oxford y posteriormente trabajó en el Banco de Inglaterra. May entró en política en 1992 y fue ministra de Interior en la legislatura de Cameron, donde defendió la permanencia en la Unión Europea en el referéndum. Un año después de acceder al poder, la política convocó elecciones generales con la idea de reforzar su liderazgo, pero los conservadores perdieron la mayoría absoluta.

Durante su mandato, superó una rebelión interna en forma de moción de confianza promovida por los euroescépticos, y una moción de censura, planteada por el líder laborista, Jeremy Corbyn. La primera ministra de Reino Unido anunció su dimisión a finales de mayo de este año, tras perder la confianza de los miembros de su partido y sin conseguir la ratificación del acuerdo del Brexit.

Boris Johnson

Boris Johnson sucedió a Theresa May al frente del gobierno en julio de 2019 tras la renuncia de la primera ministra. Johnson estudió en el célebre y elitista Eton College y en la Universidad de Oxford, donde se tituló en el estudio de los clásicos de Grecia y Roma. Primero periodista influyente que contribuyó a dar alas al movimiento euroescéptico británico, Johnson fue alcalde de Londres entre 2008 y 2014.

Johnson dejó el cargo para convertirse en ministro de Exteriores en el gobierno de May, desde donde criticó los planes de la primera ministra para sacar a Reino Unido de la Unión Europea. El ex alcalde de Londres es partidario del Brexit a cualquier precio, aunque sea sin acuerdo. De hecho, Johnson propuso suspender el Parlamento entre el 9 de septiembre y el 14 de octubre para impedir que los parlamentarios bloquearan un Brexit sin acuerdo, una decisión que el Tribunal Supremo de Reino Unido, máxima instancia judicial del país, calificó el pasado martes 14 de octubre de “ilegal”.

Jeremy Corbyn

Jeremy Corbyn es el líder del Partido Laborista desde septiembre de 2015, tras ser elegido en las primarias con el 60% de los votos. Empezó su militancia política como representante sindical y siempre se ha definido como euroescéptico. En 1975, de hecho, votó contra la permanencia en el Mercado Común Europeo. Sin embargo, Corbyn se opone a un Brexit sin acuerdo y reclama un nuevo referéndum.

 

Nicola Sturgeon

Principal opositora del Brexit, Nicola Strugeon es ministra principal de Escocia y líder del Partido Nacionalista Escocés (SNP, por sus siglas en inglés) desde 2014. Firme defensora de la independencia del país y partidaria del remain, Sturgeon ha emergido como una de las principales figuras de la política británica

Nigel Farage

Líder del Partido Independencia de Reino Unido (Ukip), Nigel Farage abandonó el Partido Conservador en 1992, después de que Reino Unido firmara el Tratado de Maastricht, que dio lugar a la creación de la Unión Europea y la moneda común. Desde entonces, Farange ha llevado a cabo una intensa campaña contra la UE, paradójicamente, desde su escaño en el Parlamento Europeo. 

 

 

John Bercow

John Bercow saltó a la fama a ritmo de “order!”. De origen judío, Bercow estudió en Essex y fue nombrado presidente del Parlamento británico en 2009. El speaker se hizo conocido por sus potentes llamas al orden, su sentido del humor y sus reproches a los diputados. En septiembre de este año, Bercow anunció su dimisión para el próximo 31 de octubre. Durante los últimos años, ha sido acusado por los parlamentarios euroescépticos de favorecer a los partidarios de frenar la negociación del Brexit.

Michel Barnier

El francés Michel Barnier fue designado negociador de la Unión Europea para el Brexit en 2016. Barrier fue ministro de Exteriores francés entre 2004 y 2005 en el gobierno de Jacques Chirac y comisario europeo de Servicios Financieros entre 2010 y 2014. La semana pasada, Barnier aseguró que, de momento, no hay bases para un acuerdo con Reino Unido dado el posicionamiento de Boris Johnson en cuestiones como la salvaguarda irlandesa.

 

Brexit

El Brexit es un acrónimo de las palabras Britain (Reino Unido) y exit (salida) y hace referencia al proceso de salida del Reino Unido de la Unión Europea. El término fue acuñado por analogía con Grexit, el concepto utilizado en el ámbito financiero y político para referirse a la posible salida de Grecia de la zona euro, en 2012.

 

Artículo 50 del tratado de la UE

El artículo 50 del Tratado de la Unión Europea establece el procedimiento por el que un Estado miembro se puede retirar de la Unión Europea. El Estado miembro en cuestión deberá notificar su intención al Consejo Europeo y establecer los marcos de la retirada. El acuerdo deberá establecerse en función del apartado 3 del artículo 218 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea, según el cual “la Comisión presentará recomendaciones al Consejo, que adoptará una decisión por la que se autorice la apertura de negociaciones y se designe al jefe del equipo de negociación de la Unión”.

 

Backstop

El backstop, o la salvaguarda irlandesa, es una cláusula que negociaron Londres y Bruselas para evitar una frontera física entre Irlanda e Irlanda del Norte. Esta norma prevé que Irlanda del Norte permanezca dentro del mercado único y la unión aduanera. La salvaguarda sólo debería entrar en vigor si para diciembre de 2020 no hubiera un acuerdo comercial entre la Unión Europea y Reino Unido. En tal caso, la salvaguarda sólo podría anularse por acuerdo de las dos partes, lo que implicaría que Reino Unido no podría abandonar la unión aduanera sin la aprobación de la Unión Europea.

 

 

Javier Díaz-Giménez (Iese): “El populismo tiene un relato y sólo lo puedes frenar con otro mejor”

Javier Díaz-Giménez es profesor ordinario de economía de la escuela de negocios Iese. El experto ha sido asesor del Ministerio de Industria español y también de la Oficina Económica del Presidente. Díaz-Giménez opina que “la relación entre Reino Unido y Europa ha sido históricamente complicada y con reticencias” y que el Brexit es una consecuencia, no una causa. ¿La lección del Brexit? “No se te ocurra jamás convocar un referéndum en una democracia participativa”, exclama.

Pregunta: El Brexit ha abierto una puerta a dar marcha atrás a muchas cosas, reactivando entre ellas el proteccionismo ¿Se trata de un punto de inflexión?

Respuesta: No hay que entender el Brexit como una causa, sino como una consecuencia. La relación entre Reino Unido y Europa ha sido históricamente complicada y con reticencias. El proyecto europeo al final es el de Francia y Alemania, que son los dueños del euro.

P.: ¿Qué cambiará en el mundo después del Brexit?

R.: Fuera de Reino Unido hay un espacio más grande que el propio Reino Unido. Transcurridos varios meses, Europa y Reino Unido se sentarán y negociarán un acuerdo comercial que tendrá que definirse. El Brexit puede ser una bendición encubierta porque los países que estén planteándose una réplica van a ver las ventajas o no de estar en la Unión Europea. Por su parte, la respuesta de la Unión Europea puede acelerar el proceso integrador.

P.: ¿La globalización se puede revertir?

R.: Sí. De hecho, la Segunda Guerra Mundial revertió la primera oleada de globalización. Si los conflictos bélicos o comerciales se agravan entonces se puede revertir. Obviamente, cuánto más se integran las cadenas de valor, los costes son más elevados.

P.: ¿El modelo de Unión Europea está ante una situación crítica?

R.: La Unión Europea es la decisión de Francia y de Alemania de asociarse. Siempre ha habido una Europa del Norte que jamás va a poder ser independiente de Alemania desde un punto de vista económico. España, por su parte, va de la mano de Francia. Reino Unido nunca no ha estado completamente integrado en el proyecto europeo. En el medio plazo no alcanzo a imaginar que Reino Unido no vaya a tener una estrecha relación comercial con Europa.

P.: ¿Puede haber efecto contagio en otros países?

R.: Todo depende de cómo le vaya a Reino Unido, nadie lo sabe.

P.: Trump, Bolsonaro, el Brexit… ¿Es todo culpa del desencanto por la crisis?

R.: Hay que separar lo que son tendencias de lo que son fluctuaciones. Lo que nos va a llevar de hoy a 2030 es una combinación de ambas. Es importante el cambio de liderazgo en el planeta, que China esté adelantando a Estados Unidos o que Asia adelante a América del Norte y a Europa es tendencial. Alrededor de todo eso hay perturbaciones, como la Guerra del Golfo o la crisis económica de 2008. Lo que ha generado el descontento, que se ha manifestado en Trump, Bolsonaro, el Brexit o Le Pen, es la consecuencia de la globalización y las tecnologías. Un caldo de cultivo idóneo para los populismos si se potencia con las redes. La lección del Brexit es no se te ocurra jamás convocar un referéndum en una democracia representativa.

P.: ¿Qué impacto tiene el Brexit en el escenario geopolítico? ¿Se puede abrir un nuevo bloque?

R.: Si tuviera que montar un bloque lo haría con Estados Unidos o con China. Reino Unido va a negociar en una posición de extrema debilidad con cualquiera. ¿Va a revivir la Commonwealth? No hay que olvidar que son las antiguas colonias de Reino Unido.

P.: La Ocde alerta de que Reino Unido podría entrar en recesión en 2020 si se produce un Brexit sin acuerdo. ¿Cómo va a impactar económicamente y qué sectores van a ser los más afectados en Reino Unido?

R.: La posibilidad de que haya una contracción del Producto Interior Bruto (PIB) es real, pero importa mucho más cuál será la tasa de crecimiento a medio plazo. La afectación dependerá de lo que hagan Reino Unido y Europa al día siguiente de la activación del Brexit.

P.: ¿Qué impacto económico tiene el Brexit para la Unión Europea?

R.: Siempre va a haber unos costes de ajuste. En Calais, por ejemplo, van a haber ahora más pernoctaciones. Hay una especie de tremendismo en el corto plazo y falta de perspectiva histórica en muchas de las discusiones. Reino Unido se va a marginalizar más. No veo que vaya a suceder una tragedia griega.

P.: ¿Qué economías pueden verse beneficiadas con el Brexit?

R.: Dublín, Frankfurt o París pueden ser las ciudades donde se hagan nuevas inversiones. Aunque es cierto que no se cierra la city de un día para otro, muchos inversores van a poner a Reino Unido en modo espera.

P.: Si usted tuviera que invertir hoy, ¿dónde lo haría? ¿Europa, Estados Unidos, China u otros países?

R.: Dublín, aunque invertiría en una cartera diversificada. No hay que olvidar que Europa está cada vez más marginada en el concierto global. El crecimiento del planeta va a seguir estando en Asia.

P.: ¿Qué medidas debería tomar Europa para que no se produzca un segundo Brexit?

R.: Europa es mejorable y quizás ha llegado el momento de plantear una reformulación. O vamos hacia una confederación, avanzando en el proyecto de integración, nos quedamos como estamos o nos quedamos pasmados viendo si alguien saca los pies del tiesto.

P.: ¿Se están tomando medidas para frenar el populismo?

R.: No hay manera de frenarlo. El populismo tiene un relato y sólo lo puedes frenar con otro relato que ofrezca una alternativa mejor.

‘Deal, no deal’: la quinta mayor potencia mundial busca un futuro ‘post Brexit’

Uno de los matrimonios más prósperos del planeta se divorcia y toca hacer cuentas. Pero no será fácil. De un lado, Reino Unido, la quinta mayor potencia del mundo, que rompe con el socio al que destina el 46% de sus exportaciones. Del otro, la Unión Europea, rota por primera vez y huérfana de su segundo mayor contribuidor. Nunca antes la globalización ha dado un paso atrás tan decidido y tan trascendente sin haber una guerra de por medio y su impacto, todavía incierto, amenaza con llegar a todo el globo.

Reino Unido es una de las pocas potencias mundiales que lleva dos siglos en el ránking global. Ya en 1820, el país era la tercera mayor economía del mundo, y en el siglo XIX la revolución industrial la reivindicó como una de las más dinámicas del planeta.

En 2000, perdió el bronce ante el avance de las economías emergentes, pero hoy continúa ostentando el quinto puesto, con un Producto Interior Bruto (PIB) de 2,62 billones de dólares. Su PIB per cápita, por su parte, es el vigésimo tercero mayor del mundo, con 39.735 dólares. El país alberga, además, la City, en Londres, el principal polo financiero del mundo junto con Wall Street.

Reino Unido es una economía desarrollada y el 75% de su PIB procede del sector servicios. Los sectores más importantes del país son el comercio, el transporte y la hostelería y la restauración, con un peso del 17,9%. Le siguen la administración pública, la defensa, la educación, la sanidad y los servicios sociales, con un 17,5% y la industria, con un 14,1%.

El país no fue miembro de la Unión Europea (entonces Comunidad Europea) hasta 1973, en el marco de la primera ampliación del mercado común, cuando se adhirieron también Irlanda y Dinamarca. La pareja siempre fue más de conveniencia que de amor por el proyecto común: de hecho, ya en 1975 los británicos acudieron a las urnas en un primer referéndum sobre el Brexit que, en aquella ocasión, salió favorable a la permanencia. Reino Unido tampoco entró nunca en el euro, lo que le permitió mantener cierta independencia financiera y, sobre todo, en la regulación monetaria.

Sin embargo, en estos más de cuarenta años de matrimonio, la dependencia de ambos mercados se ha incrementado, especialmente en lo que se refiere a comercio exterior. El mercado intracomunitario es el principal destino de las exportaciones de Reino Unido, copando un total el 47%.

 

La dependencia es mayor en las importaciones: el 53% de las compras de Reino Unido al extranjero procede de Estados miembro de la Unión Europa, siendo Alemania su mayor proveedor, con un 14% del total.

Sin embargo, el país ha reforzado también su alianza con otro mercado próximo culturalmente, Estados Unidos. De hecho, la mayor potencia mundial es el primer cliente exterior del país, con un 13% de las exportaciones, frente al 10% de Alemania, y el segundo proveedor, con un 10%.

La Unión Europea pierde, además, a su segundo mayor contribuidor neto, es decir, que Reino Unido aporta más al mercado común de lo que recibe, con un déficit de 4.249 millones de euros en 2017, según los últimos datos disponibles.

En términos per cápita, el país ocupa la quinta posición, con una aportación neta por persona de 112,85 euros. En total, Reino Unido aportó 10.575 millones de euros al presupuesto de la Unión Europea en 2017, y recibió a cambio 6.326 millones.

Los ‘unknown unknowns’: y ahora, ¿qué?

Desde que se anunció el resultado del referéndum, son muchos los informes que, de uno y otro lado, se han elaborado sobre cuál será el escenario post Brexit. La mayoría coinciden en que Reino Unido será el más perjudicado de la ruptura, junto con la vecina Irlanda, pero todavía son muchos los unknown unknowns, factores que, por lo inédito del escenario, ni se plantean ahora mismo.

En cualquier caso, todo dependerá de si el Gobierno de Boris Johnson logra llegar, antes de que venza la próxima fecha límite, a un acuerdo con la Unión Europea para abandonarla de forma ordenada.

Esta incertidumbre ante un hecho tan decisivo ha comenzado ya a impactar en la economía del país. El PIB de Reino Unido se contrajo inesperadamente en el segundo trimestre del año, con una caída del 0,2%, en lo que supuso el primer descenso desde 2012. También los inversores han tomado posiciones: 275 firmas de la City han trasladado sus sedes sociales o abierto nuevas sedes fuera de Reino Unido, siendo Dublín la alternativa más frecuente.

De producirse una salida ordenada y una transición gradual hacia el nuevo escenario, los pronósticos no son demasiado pesimistas. El Fondo Monetario Internacional (FMI) contempla que, en esta situación, la economía británica crecerá un 1,3% este año y otro 1,4% en 2020, frente al 1,4% de 2018.

De hecho, análisis de consultoras como Kpmg consideran que un acuerdo podría suponer un revulsivo inmediato a la economía británica, al despejarse las dudas que están motivando su enfriamiento.

En este sentido, Kpmg prevé un crecimiento del 1,5% en 2020, aunque apunta que “la ralentización global y las limitadas capacidades de reservas domésticas supondrán un freno para el país”.

Pero, ¿qué ocurre si no hay acuerdo? En ese caso, Reino Unido podría entrar en una recesión tan pronto como este año. Según la Office for Budget Responsibility (OBR), un organismo independiente vinculado al Gobierno del país, esta crisis podría ser similar a la vivida en la década de los noventa, pero no tan grave como la de 2009.

La recesión técnica se registraría en el último trimestre de este año y, para 2020, la caída sería ya del 2%, según las estimaciones elaboradas por el organismo el pasado julio. El paro, por su parte, se situaría por encima del 5%, frente al 3,8% actual.

La OBR asume también que el Banco de Inglaterra recortará los tipos de interés hasta el 0,2% para finales de 2020 para estimular la economía y que la libra se desplomaría inmediatamente un 10%. Ese fue exactamente el descenso que registró la moneda británica tras el referéndum sobre el Brexit, celebrado el 24 de junio de 2016.

La incertidumbre ante este hipotético escenario es tal que el Tesoro de Reino Unido ha desarrollado su propia operación secreta para planificar las contingencias civiles. Este plan, denominado Operación Yellowhammer, aborda cómo reaccionar si se interrumpieran, por una duración desconocida, transferencias financieras, movimiento de personas, comercio, aduanas o otras regulaciones.

Los informes coinciden en que los sectores más impactados serán el automóvil, el farmacéutico, la alimentación proveniente de la agricultura y la industria química. En todos los casos, se trata de sectores muy vinculados al comercio exterior, el mayor desafío al que se enfrenta el país post Brexit, haya o no haya acuerdo.

La Operación Yellowhammer es sólo uno de los tres escenarios en estudio, junto con operativo Kingfisher, que incluye un paquete de apoyo para empresas británicas en dificultades, y Black Swan, un escenario catalogado como desastre, según The Sunday Times.

La salida de la Unión Europea se produce en un contexto de creciente proteccionismo, por lo que es poco probable que se firmen a toda velocidad tratados bilaterales de libre comercio con las mayores potencias.

Con todo, ya se han tendido las primeras manos. En el marco de la reunión de los líderes del G7 el pasado agosto, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, prometió un gran tratado comercial con Reino Unido después de que abandone la Unión Europea. Su homólogo británico, Boris Johnson, advirtió que Estados Unidos sería un duro negociador y que él no apresuraría las conversaciones. 

Cronología del Brexit: una trituradora de plazos, compromisos y primeros ministros para la desconexión

El Canal de la Mancha conecta de forma rápida a Reino Unido con Europa, pero el país del té a las cinco siempre ha tenido tentaciones de mirar al otro lado, al Atlántico, en busca de esa “special relationship” con Estados Unidos. Una relación especial que muchos analistas califican más de supeditación, pero que pone en riesgo una visión atlántica de Occidente y en jaque la única idea que logró integrar países bajo una misma visión del mundo sin necesidad de violencia. Todo ello pese a que Woodrow Wilson, presidente de Estados Unidos entre 1913 y 1921, ya les recordó que “no somos primos y mucho menos hermanos”. Y, aun así, el 23 de junio de 2016 los británicos decidieron que valía la pena abandonar la Unión Europea (UE) para seguir en solitario.

El leave recibió el 51,9% de los votos, apenas cuatro puntos de diferencia con los partidarios del remain. Un resultado que evidencia la fragmentación de la sociedad, y que es el resultado de décadas de historia de un país tradicionalmente euroescéptico. Años después, parte de la Cámara de Representantes se muestra favorable a un Brexit sin acuerdo, y en la reflexión de cómo esta situación ha llegado a producirse es necesario ir mucho más allá de las causas coyunturales de la última gran recesión y las consecuencias de la globalización en la sociedad.

Reino Unido jamás se ha sentido completamente integrado en la UE. No empezó a formar parte de la Comunidad europea hasta 1973, y un año bastó para que el entonces primer ministro Harold Wilson pidiera renegociar los términos de entrada. Una década después, Margaret Thatcher entonó el célebre “I want my money back” (“quiero mi dinero de vuelta”) con el que consiguió reducir la aportación económica del país a la Comunidad Económica europea. En 1984 logró el cheque británico, un mecanismo de compensación para el país por las subvenciones agrarias que reciben sus aún socios comunitarios.

Proteccionismo y recelo hacia las política inmigratorias de la UE

En definitiva, desde los inicios Reino Unido se ha mostrado distante con la Unión, y prueba de ello es que han desestimado participar en las políticas de integración más potentes, como la creación del espacio aéreo Schengen o la moneda única. Son decisiones que ponían de relieve que el país siempre ha deseado operar por su cuenta y no limitar su sistema a las votaciones de 27 estados. A estos factores se suman los coyunturales, en los que se conjugan el alza del proteccionismo, el recelo hacia lo extranjero y el inicio de una era de introspección, que tan bien representa la política de Donald Trump en Estados Unidos, aliado tradicional de Reino Unido.

Este caldo de cultivo alimentó a los partidarios del Brexit, deseosos de que el país recuperara su soberanía completa y dejara de derivar competencias a Bruselas. Eran los mismos que entendían las políticas de integración y de libre circulación de la UE como una amenaza para sus puestos de trabajo y para su sistema educativo y sanitario. Ese contexto explica por qué el 23 de enero de 2013 David Cameron se comprometió a convocar un referéndum sobre la permanencia o salida de la UE si ganaba las elecciones de 2015, pese a no ser un entusiasta de la idea y desconocedor de que el pensamiento de Londres podría no ser compartido en las regiones que la desindustrialización de los ochenta dejó en el olvido.

Dicho y hecho. En mayo de ese año el Partido Conservador se hizo con la mayoría absoluta y sólo bastaron cinco meses para que la Cámara de los Comunes autorizara la convocatoria de referéndum para el 23 de junio de 2016. El a la desconexión aceleró un proceso que se antojaba complicado; la primera ficha en caer fue la de Cameron, que presentó su dimisión para que otra figura partidaria del Brexit asumiera el testigo. “Sigo creyendo que Reino Unido estaría más seguro y sería más fuerte y próspero dentro de la Unión Europea; pero los británicos han decidido seguir otro camino y necesitamos un nuevo primer ministro”, afirmó horas después de que trascendieran los resultados.

Theresa May asume el cargo y se posiciona a favor del Brexit duro

Al cese como jefe del Ejecutivo el 13 de julio de 2016 le siguió la designación de Theresa May como presidenta, que abrió un nuevo capítulo en el proceso de desconexión al mostrarse favorable a un Brexit duro. “Aunque estoy segura de que es posible llegar a un acuerdo positivo, también tengo muy claro que ningún acuerdo para Gran Bretaña vale más que un mal acuerdo”, afirmó el 17 de enero de 2017.

Dos meses más tarde, May envió una carta al presidente del Consejo europeo, Donald Tusk, en la que activaba el artículo 50 del Tratado de Lisboa, que iniciaba un proceso de divorcio que debía culminar con Reino Unido fuera de la Unión en un plazo de dos años, a más tardar, el 29 de marzo de 2019.

A partir del 31 de marzo 2017, empezó una primera fase de negociación que finalizó en diciembre y que supuso una pequeña victoria para la UE, ya que Reino Unido aceptó las condiciones que le planteó Bruselas al comprometerse a pagar la factura del Brexit, garantizar los derechos de los ciudadanos europeos, y alcanzar un pacto sobre la frontera con Irlanda. Esa fue la primera de las etapas convulsas que vivió May en el Gobierno, ya que, tras anticipar elecciones para reforzar su posición, salió más debilitada y el Partido Conservador perdió la mayoría en el Parlamento.

La segunda fase de negociación debilita aún más a May

La satisfacción de la primera ministra por haber superado la fase inicial de negociaciones duró poco; el 8 de junio de 2018, el negociador europeo Michel Barnier rechazó la propuesta británica para evitar una frontera rígida entre Irlanda del Norte, territorio británico, y la República de Irlanda, que forma parte de la UE. Desde Bruselas se alegó que el plan aduanero propuesto vulneraba el mercado interior europeo, lo que obligó a las partes a seguir conversando hasta alcanzar un acuerdo el 13 de noviembre de 2018.

El convenio no gustó a muchos, y generó un carrusel de dimisiones en el Ejecutivo de May, cada vez más aislada en su propio gabinete y más cuestionada en la Cámara de los Comunes. La tensión era tal que el 12 de diciembre fue sometida a una moción de confianza que superó por 200 votos favorables y 117 en contra. Con todo, el 9 de enero de 2019 el Parlamento aprobó una enmienda en la que se exigía un plan B de urgencia en el caso de que el acuerdo con Bruselas no fuera ratificado por la cámara baja. Era un mecanismo que vaticinó la negativa del Parlamento a aprobarlo, situación que volvió a repetirse el 12 de marzo.

La negativa del poder legislativo abocó al país a un periodo incierto en el que, o se prorrogaba el plazo de desconexión que estaba fijado para el 31 de marzo, o Reino Unido firmaría un Brexit duro. Dos meses después, Theresa May anunció su dimisión para el 7 de junio, Boris Johnson tomó el testigo, y aceleró el camino hacia una desconexión sin acuerdo. Hoy, es mucho más factible un Brexit a cualquier precio.

Johnson pide cerrar el Parlamento, pero la Cámara responde

La llegada de Johnson al número 10 de Downing Street intensificó el proceso hasta dejarlo en punto muerto. El primer ministro tomó el poder el 14 de julio y, tan solo un mes y medio después, pidió clausurar la Cámara de los Comunes para favorecer un Brexit sin acuerdo. Fue un movimiento arriesgado que acabó con parte de los tories y de la sociedad posicionándose en su contra. “Es un escándalo constitucional y un ataque contra el proceso democrático y los derechos de los parlamentarios”, afirmó John Bercow, presidente del parlamento británico.

El Tribunal Supremo ha declarado ilegal esa maniobra y el 31 de octubre se asoma como un nuevo deadline incumplido. Antes, el día 19, finaliza el plazo para encontrar un acuerdo en el Parlamento, y todo parece indicar que Johnson deberá pedir a Bruselas una nueva extensión del artículo 50 del Tratado de Lisboa. El primer ministro ya ha asegurado que no solicitará una prórroga, por lo que todo indica que la Cámara de los Comunes presenciará una nueva batalla entre parlamentarios. Mientras tanto, muchos añoran a Winston Curchill. Un hombre de Estado que tras la Segunda Guerra Mundial tenía claro cuál era el futuro: “Reino Unido es una parte integral de Europa, y nosotros debemos jugar nuestra parte en la reanimación de su prosperidad y grandeza”.

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