El artesano de una gélida aventura

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Heladodude comenzó en 2015, cuando Roberto Muñoz hacía el producto solo para entretener a Camila, mi hija, que entonces tenía 6 años. “Soy un padre muy involucrado y cada vez que tengo oportunidad nos inventamos algo para compartir”. Pronto, la voz se corrió, los pedidos comenzaron a llegar y un día su propia cocina se convirtió en fábrica.

Recuerda cómo, por lo general, 19 pintas de helado eran repartidas los sábados por delivery o pick up. “Tenía una máquina Cuisinart casera con un cubo que debía estar en el congelador por 24 horas, pero luego a esa máquina se sumaron otras, hasta llegar a tres.

Después, llegó el momento de comprar una máquina con condensador, que no necesitaba el cubo refrigerado, o sea que congelaba sola. Luego compré más de esas hasta tener tres, y las monté todas en línea para producir. En esa etapa ya vendíamos pre-empacados en algunas tiendas. Me di cuenta entonces que la experiencia de consumo estaba en manos de terceros y que había una oportunidad de crecimiento en los hoteles y restaurantes”.

La historia, cuenta Muñoz, continúa cuando, en 2016, montó un laboratorio de heladería completo en la cocina de su agencia de publicidad, y en noviembre del 2017 abrió su primera tienda, sin muchas expectativas. “Las puertas de la heladería abrieron a las 3:00 pm. Recuerdo muy bien que apenas a las 3:05 pm ya teníamos nuestros primeros tres clientes”.

La oferta de Heladodude es tan artesanal que es capaz de satisfacer los paladares de cuatro tipos de clientes muy específicos: ‘foodies’; personas con dietas especiales, alergias o intolerancias; deportistas, y personas con diabetes.

“Somos tradicionales en la manufactura, o sea, muy artesanales. No usamos insumos previamente elaborados. Si hacemos sorbet de mango usamos mango, si hacemos sirop de blue berries usamos blue berries. Además del helado, hacemos nuestros propios conos, galletas y masas para waffle. Nada de productos en cajas, ‘funditas’, químicos, conservantes o colorantes”, defiende este emprendedor.

Lo de “Dude” es del término en inglés para referirse a un hombre, y es una palabra muy común en el vocabulario diario de Muñoz, de ahí que se le ocurriera para la marca de sus helados: “Como relajo uso mucho la palabra dude: tengo hambre, dude; ¿qué haces, dude?; ¿quieres helado, dude? Me causa mucha risa y le puse así”.

Sin dudas, su búsqueda incansable ya rinde frutos.“Heladodude es mi quinto emprendimiento, y en este caso realmente no hice ningún estudio. Ningún análisis de competencia, ningún FODA… Solo sabía que me gustaba la idea de la tienda, entendía los riesgos y simplemente me dejé llevar por mis instintos. Creo que le recomendaría esto a otras personas, pero sólo si les gusta mucho lo que hacen, si sienten pasión y si no lo van a hacer por dinero. El cual fue mi caso”.

El negocio frío de Muñoz contrasta con una oferta que se calienta.“En noviembre de 2018 franquiciamos la sucursal de Bella Vista, donde también soy accionista. El 9 de marzo abrí la tienda de Ágora y el 12 de marzo mudamos parte de la operación de pastelería para una ampliación que hicimos en la sucursal de Piantini.

En abril o mayo abriremos una nueva sucursal que pronto estaré anunciando. Por el momento son tres tiendas, pero servimos a hoteles, restaurantes y vendemos pre-empacados en el supermercado”, explica.

Con relación a las nuevas tendencias de crear nexos con el cliente, en el caso de Heladodude se da en forma espontánea, sin buscarlo. “Me divierte y entretiene estar en contacto con ellos. Por eso llevo mis redes sociales y respondo personalmente cualquier inquietud. También trato de ser útil, de give something back, o sea, darles algo a cambio”.

Y las recetas de este delicioso negocio, ¿de dónde salen?. “Sólo hago el tipo de cosas que yo comería, entonces tiene que ver mucho con el paladar. A mí me gustan las combinaciones exóticas e inesperadas. También la mezcla de texturas”.Roberto Muñoz es un emprendedor apasionado por lo que ha logrado hasta ahora, y con grandes planes para seguir creciendo. “De mi día a día me gusta la gratificación instantánea. Ver la cara de la gente cuando prueba algo me llena de mucha satisfacción.

Casualmente vino, hace poco, una persona que le decía a uno de mis muchachos que no le gustaba la fresa ni la textura del coco. Salí a su encuentro, le di a probar un helado que tenemos de fresa con base de leche de coco y… ¡se llevó dos pintas!”.

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