Nextil sigue su ofensiva con compras: negocia la adquisición de un proveedor estadounidense

Nextil vuelve a sacar la chequera. El grupo textil, propiedad de Sherpa Capital, ha entrado en la recta final de la negociación de compra de una compañía estadounidense especializada en la confección y distribución textil.

La empresa ha comunicado esta operación a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (Cnmv), sin dar a conocer el nombre de la compañía por la que está pujando. Los únicos datos que ha desvelado Nextil es que se trata de un grupo que factura 68,6 millones de dólares y con un resultado bruto de explotación (ebitda) de 7,1 millones de dólares.

Se trata de un grupo que tiene entre sus principales clientes a grandes cadenas de retail, con relaciones a largo plazo, y que cuenta con instalaciones productivas en Estados Unidos y Latinoamérica. La operación, sujeta a un proceso de due diligence, fortalecería el negocio internacional de Nextil.

En la actualidad, la empresa española cuenta ya con presencia en el mercado estadounidense. Con la adquisición de Dogi, Sherpa Capital se hizo también con la planta que el grupo textil tenía en la localidad de Greensboro, en el estado de Carolina del Norte, uno de los mayores clústers algodoneros del país.

De sellarse esta compra, Nextil avanzaría en su objetivo de convertirse en un grupo de 200 millones de euros en ingresos en 2020, siguiendo la hoja de ruta que se marcó Sherpa Capital, su accionista de referencia, cuando adquirió Dogi en 2014.

El grupo, que el pasado abril se hizo con el 51% del capital de la sociedad Horizon Research Lab, de tintes ecológicos, concluyó el primer trimestre del año con un beneficio neto de 150.000 euros. Nextil disparó también las ventas en los tres primeros meses, con un alza del 52%, hasta 24,4 millones de euros.

Vetements pierde efectivos: Demna Gvasalia abandona la compañía

Vetements pierde a su director creativo. Demna Gvasalia, responsable de diseño y fundador de la compañía de moda, ha abandonado su puesto. “Lo que Demna ha logrado en los últimos años representa un capítulo clave en la historia de Vetements”, ha señalado Guram

Gvasalia, hermano del diseñador y director general de la compañía, en un comunicado.

Nacido en Georgia, el diseñador estudió economía internacional en la Universidad Estatal del Tbilisi, para posteriormente iniciar otros estudios en la Real Academia de Bellas Artes de Amberes (Bélgica). En 2006, el creativo se graduó en diseño de moda e inició su trayectoria junto al diseñador Walter van Beirendonck.

En 2009, Gvasalia se unió al equipo de diseño de Maison Martin Margiela, y en 2013 fichó por Louis Vuitton como diseñador sénior de las colecciones de moda femenina, bajo el mando de Marc Jacobs primero y, posteriormente, de Nicolas Ghesquière.

Fallece Andrés Sardá, el diseñador que transformó la corsetería en lencería

Adiós a Andrés Sardá. El diseñador de íntimo ha fallecido en Barcelona a los noventa años de edad. Sardá pasará a la historia española de la moda por haber sido el responsable de evolucionar la corsetería femenina hacia la lencería, introduciendo el componente moda además de nuevos materiales elásticos.

Sardá creó su propia empresa en la década de los sesenta, cuando el íntimo femenino se componía de fajas y prendas muy estructuradas. El creativo apostó por nuevos diseños con una nueva generación de tejidos que incorporaban elastómero con los que dio un vuelco al concepto tradicional de estas prendas.

Más adelante, el diseñador llevó estas mismas técnicas al baño. Con el cambio de siglo, el creativo formalizó el relevo generacional en la dirección creativa de su firma homónima, cediendo el timón a su hija Nuria Sardá. Por otro lado, también selló la continuidad de la compañía vendiéndola al grupo belga especializado en íntimo Van de Velde.

La labor de Sardá ha sido reconocida por el Salon International de la Lingerie de París, el mayor evento especializado en íntimo. Y, en España, con el Premio Nacional de la Moda.

Marypaz cambia de manos: Black Toro vende la empresa al fondo australiano Macquarie

Black Toro sale de Marypaz. El fondo de inversión, que rescató a la cadena de zapaterías en 2016, ha traspasado su participación en la compañía al fondo australiano Macquarie, según El Confidencial.

Macquarie se ha hecho con la empresa a través de su filial en Londres, donde creó a principios de este año una división de consumo y distribución. La operación, cuyos detalles no han trascendido, se produce apenas unas semanas después de que Black Toro llevara otra de sus participadas, Amichi, a concurso de acreedores. El fondo, que controla también Forecast, se encuentra ahora inmersa en un conflicto legal con la familia Amich, que le acusan de incumplimiento de contrato.

Black Toro ha rescatado hasta tres compañías de moda en los últimos años, pero su plan de crear un hólding de moda no está dando los resultados esperados. Marypaz era la gran promesa de su cartera: la empresa llegó a ser una de las mayores cadenas de zapaterías de

España y los planes de Black Toro pasaban por abrir 350 tiendas en los próximos años.

Tras años de intensa expansión, Marypaz entró en concurso de acreedores en 2016. Black Toro la rescató, haciéndose con el 60% del capital e inyectando treinta millones de euros para impulsar su desarrollo con tiendas.

La empresa está liderada por Carlos Aguaded, miembro de la familia fundadora. Para pilotar la expansión internacional, Black Toro recurrió al histórico ejecutivo de Mango Isak Alfon, con el que pretendía impulsar su presencia en Latinoamérica y Oriente Próximo.

Deidre Clemente (Universidad de Las Vegas): “Los retailers deben asustarse porque el consumidor no quiere poseer”

Deidre Clemente subraya un cambio de cultura en el consumo en Estados Unidos. Historiadora y profesora en la Universidad de Las Vegas, Clemente sostiene que hay una nueva generación de consumidores a los que no les gusta comprar para poseer y que compran de manera individualista, sin importarles las marcas. Ante este escenario, que por el momento ha ganado gran dimensión en Estados Unidos, la experta asegura que los retailers tradicionales deberían de estar asustados.

Pregunta: El mercado de la segunda mano está creciendo con gran rapidez en Estados Unidos. ¿Está cambiando la manera de consumir en el país?

Respuesta: Se están produciendo dos grandes factores culturales. En primer lugar, hay una nueva generación de jóvenes consumidores a los que no les gusta comprar para poseer. Su idea de consumir no tiene nada que ver la tradicional. No compran coches, los alquilan. No compran casas. Es una manera diferente de pensar. Es la economía del alquiler y del uso de servicios, de elegir, usar y devolver.

P.: ¿Y el segundo factor?

R.: Son personas que consumen de manera individualista, que han crecido en un mundo en que todo es individualismo. No entienden que exista un código de vestimenta, ni siquiera en los lugares de trabajo. Ellos entienden este código desde el individualismo, quieren sus propias reglas.

P.: ¿Puede ser un fenómeno global?

R.: En cierto modo sí, si tenemos en cuenta que muchas de las tendencias de consumo empiezan en Estados Unidos. El negocio de la segunda mano irá a más porque es el siguiente nivel en el consumo: no se comprará en tiendas, lo enviarán a casa y, si no gusta, se devolverá. Se alquilará un vestido para ir a una boda y, después de usarlo, se devolverá.

P.: Pero este es un negocio que siempre ha existido, ¿por qué ahora despegan empresas como Thredup o TheRealReal?

R.: La segunda mano siempre ha existido, pero estas plataformas llenan el hueco del consumo individualista, de comprar según el propio individualismo.

P.: ¿Es un fenómeno vinculado al empobrecimiento de las clases medias?

R.: No es una cuestión de dinero. Son consumidores de todas las clases sociales que tienen en común que buscan objetos que sean únicos. También hay otra clase de consumidores de prendas de segunda mano que lo hacen pensando en el medio ambiente, que compran pensando en que contribuyen a que la moda no sea tan contaminante.

P.: ¿La segunda mano amenaza el comercio tradicional?

R.: Los retailers convencionales deberían de estar muy asustados porque los consumidores no quieren tener. Si se fija en cuánto dinero del presupuesto se destina a la compra de ropa en Estados Unidos verá que ha ido disminuyendo con el tiempo. La nueva generación de consumidores prefiere gastar el dinero en experiencias y no en tener un montón de cosas.

P.: ¿Deberían los retailers de siempre incorporar estos nuevos modelos de negocio para afianzar su crecimiento?

R.: Algunos de ellos lo intentan hacer online para atraer a consumidores más jóvenes. Pero lo tienen difícil porque el grueso de sus compradores en veinte o treinta años desaparecerá. Los grandes almacenes han intentado durante décadas que el consumidor les escuche, educarlo, mientras que los nuevos consumidores no quieren ni escuchar ni ser educados.

P.: ¿Será esta la próxima palanca de crecimiento de la moda?

R.: Culturalmente es un movimiento muy interesante, pero que convivirá con grandes retailers, como H&M. En este sentido, por ejemplo, es diferente la forma de comprar en Estados Unidos y en Europa. En Europa, las prendas que se compran se utilizan más, no hay una cultura de consumo excesivo.

P.: ¿El fenómeno Marie Kondo explica parte de este cambio de tendencia?

R.: La manera de sentir ya existía, pero ha ayudado a asumirla a mucha gente de Estados Unidos, a querer las cosas que se tienen, a ser crítico con la manera en cómo se consume. Creo que sí, que ha ayudado a cambiar la manera en cómo se compra.

P.: ¿Está aceptado socialmente la ropa de segunda mano en Estados Unidos?

R.: Totalmente, es visto como algo cool por su vertiente individualista. Y esto se hace evidente en Instagram. La segunda mano es cool porque las prendas son vistas como algo único y porque nadie más va a tenerlas.

Joan Volpe (FIT): “Hemos perdido el sentido de lo que está y no está de moda”

No saber qué está de moda y qué no lo está favorece la proliferación de la venta de segunda mano y del alquiler. Lo defiende Joan Volpe, profesora del Fashion Institute of Technology (FIT) de Nueva York, quien asegura que en las clases más elevadas, este tipo de consumo está reconocido porque es visto como una compra inteligente. Según Volpe, no está tan vinculado a la pobreza ni a una generación en concreto, sino a un cambio en las prioridades de consumo.

Pregunta: En Estados Unidos, el negocio de la ropa de segunda mano y del alquiler de prendas están creciendo muy rápido. ¿Es algo que sólo ocurre en moda o es un fenómeno más extenso?
Respuesta:
Hay un mercado creciente para muebles de segunda mano, juguetes, herramientas y equipos. Yo misma pertenezco a una comunidad que tiene un grupo online en el que se cuelgan durante todo el día imágenes de cosas que se ponen la venta. Es una comunidad de clase alta con casas que superan de largo el millón de dólares.

P.: Quiere decir con ello que la segunda mano no está relacionada con la pobreza…
R.:
La gente compra incluso ropa para niños online en tiendas vintage o de segunda mano o el fin de semana en ventas en los garajes y las casas. Está lejos de estar estigmatizado. De hecho, es algo socialmente aceptable entre las personas de clase media y superiores para parecer listos porque no se paga al retail. Los nuevos ricos están en desventaja en este sentido: compran nuevos artículos porque pueden hacerlo, mientras que los usados ​​no tiene ningún atractivo para ellos.

 

P.: Pero permite comprar o alquilar prendas muy caras a gente con ingresos más bajos…
R.:
La economía en Estados Unidos se ha fortalecido en los últimos años y el desempleo hoy es menor. Las empresas, de hecho, tienen dificultades para encontrar trabajadores para ocupar puestos de trabajo. Las personas gastan dinero, pero gastan en muchas más cosas. Por ejemplo, en un health club o en un Gym membership, que se percibe como un gasto razonable y necesario. Hay toneladas de nuevos candidatos cada enero, cuando las personas hacen sus propósitos saludables de Año Nuevo, pero que terminan abandonándolo en verano mientras las facturas continúan llegando y pagándose. El gasto en comer fuera, en salir, es enorme, y todas estas cosas reducen la cantidad de dinero disponible. Miniviajes, vacaciones y tecnología compite con los armarios.

P.: ¿Ha cambiado entonces la estructura del gasto?
R.:
Yo misma me pregunto cómo reducir mi factura de teléfono que asciende a unos escandalosos 350 dólares al mes, mientras que en algún momento estuvo por debajo de cien dólares. Pero tenemos el teléfono de casa y el paquete digital, más otros dos teléfonos móviles y, si vemos televisión, lo hacemos por cable. Y esta al final es la tarifa que todos pagamos. Si eres más joven también tienes préstamos universitarios, etcétera. Todo es cuestión de prioridades.

P.: ¿No lo vincularía entonces a un cambio en la cultura del consumo?
R.:
Una parte de los jóvenes de la generación Z y de los millennial está evitando la propiedad, busca alquilar casas, no compra automóviles, etcétera. Simplifican las demandas de la vida y han adoptado firmemente la segunda mano. También son muy conscientes de los problemas de la sostenibilidad y quieren ser responsables en ello. Por otro lado, independientemente de la edad, cada vez más mujeres alquilan ropa para ocasiones especiales, en lugar de comprar prendas que sólo se usan una vez.

P.: ¿Es entonces un fenómeno transversal?
R.:
El alquiler para ocasiones especiales, por ejemplo, se está introduciendo en todas las edades, sobre todo entre los baby boomers. Pero se trata de un consumidor más sofisticado y que cree que genera estatus presentarse en un evento con un diseño de alto nivel. El consumidor medio que compra en Walmart y acude a un evento en el sótano de una escuela o a un restaurante de carretera, no está en este fenómeno.

P.: ¿Es un mercado suficientemente grande para amenazar al resto de actores?
R.:
Creo que este negocio orientado a las ocasiones especiales está avanzando de manera peligrosa. Mientras los diseñadores de primer nivel continúan presentando sus colecciones en todas las capitales de la moda, la base de clientes es cada vez menor. Han perdido el contacto diseñando para la prensa de moda y no para los clientes.

P.: ¿Deberían preocuparse los retailers convencionales?
R.:
Los negocios de segunda mano y alquiler están atrayendo a personas que normalmente comprarían marcas de moda. También debería preocuparles que los jóvenes ya no graviten por los grandes almacenes ni en muchas de las cadenas de moda especializadas porque el centro comercial ha dejado de ser cool. Cosas como obtener el carné de conducir que en otro momento fue casi incontestable hoy ya no es visto como algo necesario por muchos jóvenes. Conducir es otro stress point y tener un coche es visto como una carga financiera.

P.: ¿Cambian entonces también los hábitos?
R.:
Si no se puede conducir se termina paseando por el centro de la ciudad. Las adolescentes continúan queriendo aquellas prendas que su madre no les compra y, si no pueden ir al centro comercial, van a las tiendas de segunda mano que hay en el centro de las ciudades.

P.: ¿Por qué están ahora en auge este tipo de negocios en la moda?
R.:
La gente sigue queriendo verse bien, ¿por qué alguien compra un Gym membership? El negocio de la belleza es fuerte: no conozco a una mujer de cualquier edad o ingresos que no se haga las uñas. El salón de belleza se considera una necesidad y no se pueden reducir muchos costes, pero la ropa de segunda mano o los artículos alquilados puede satisfacer una necesidad puntal de ser invitado a un evento y quizás querer darse el lujo de vestir una prenda de diseñador en una boda familiar que de otra manera no podría permitirse.

P.: ¿La moda no está de moda?
R.:
Todavía hay pasión por la moda, pero no por su propiedad. Además, la industria de la moda se ha vuelto en muy democrática y es muy difícil identificar the great look. Muchos diseñadores no hacen una colección coherente, pero tratan de satisfacer muchas necesidades con la esperanza de captar las ventas de alguna manera por la combinación de looks que presentan. Esto significa que, como clientes, hemos perdido el sentido de lo que no está de moda. Si me preguntan qué no está de moda, no sabría responder. Los pantalones no podrían abrazar más el cuerpo, los leggins se quedan, a la vez que la industria presiona para ensancharlos. Casi nueva o vintage, la segunda mano puede ser absolutamente aceptable y buena.

 

P.: ¿Cree que dejaremos de comprar ropa nueva algún día?
R.:
Creo que si se estudia las ciencias del comportamiento y cómo las personas se han adornado a sí mismas desde el principio de los tiempos, observamos que nuestra necesidad de ropa es muy psicológica y seguiremos queriendo ropa nueva, ya sea que la tengamos en una tienda, online o personalizada. Siempre querremos adornar nuestros cuerpos.

P.: ¿La segunda mano, alquiler o suscripción se está volviendo tan habitual como ir de compras?
R.:
Con ciertos grupos: personas con estudios universitarios, seguros de sí mismos, que a menudo son urbanos, y/o por necesidad y entornos rurales. Pero el estadounidense medio, el ejecutivo de traje chaqueta, lo vería como una falta de estatus. Demasiado asociado con ser pobre.

P.: ¿Podríamos vincular este fenómeno con Apocalipsis Retail?
R.:
Es uno de los factores. Hay demasiadas tiendas y demasiado espacio de venta. Hay una corrección. Las empresas necesitaban reducir su escala. Urban Outfitters, por ejemplo, ha empezado a testar el alquiler y creo que veremos retailers inteligentes incorporar este tipo de servicios. Nordstrom, por ejemplo, ya está en ello.

 

P.: ¿Podrían estos nuevos negocios ayudar a la industria de la moda a crecer?
R.:
No, a menos que se acepte como una nueva manera de hacer negocios. Macy’s introdujo Apple para vender tecnología. ¿Por qué no introducir un servicio para alquilar vestidos de novia?

P.: ¿Puede la segunda mano y el alquiler ser negocios globales?
R.:
No lo creo. Creo que aún hay muchos países donde los consumidores quieren comprar ropa nueva y vestirse bien. En ciertas culturas es aún un tabú.

Reusar, compartir y alquilar: la nueva amenaza de los gigantes de la moda

La amenaza de Inditex no es sólo Amazon. Ahora, la nueva gran amenaza es la segunda mano. La ropa usada ha dejado de ser la fea del baile: sólo en Estados Unidos, el tamaño de su mercado será mayor que el convencional en cinco años. Del mismo modo que Inditex resituó la moda pronta en la primera línea del sector, hoy en día es el negocio de la segunda mano el que está reposicionándose en el tablero y forzando al resto de actores a mover ficha al respecto. Los gigantes del sector empiezan a tomar posiciones para no perderse un pastel que otros están cocinando con los recursos que ellos mismo producen.

En Estados Unidos, el mercado de la ropa de segunda mano generó en 2018 ingresos por 24.000 millones de dólares y se espera que en 2023 el volumen alcance 51.000 millones de dólares. El fenómeno es de tal calado que aúpa a otros modelos ya existentes como el alquiler y se sofistica creando otros nuevos, como la suscripción.

La cifra actual que mueve la ropa de segunda mano en el mercado estadounidense se sitúa aún por debajo de la del negocio convencional, que copa en el país alrededor de 35.000 millones de dólares anuales. Pero el ritmo de crecimiento de uno y otro es el elemento que marca la diferencia: el primero avanza a un 16% de media anual, mientras que el segundo lo hace a un débil 3%. En 2023, si las previsiones se cumplen, el tamaño del mercado de la ropa de segunda mano en Estados Unidos será mayor que el convencional, según datos de ThreadUp, uno de los gigantes de este subsector junto con la empresa de estudios de mercado GlobalData.

Se calcula que, en 2018, un total 56 millones de mujeres compraron artículos de segunda mano, lo que equivale al 64% de la población femenina mayor de 18 años. Un año atrás, fueron 44 millones. Por edades, el 33% son millennials (de entre 25 y 37 años), pero el 31% son boomers (de más de 56 años). La generación Z (de 18 a 24 años) representa el 16% del total de consumidores, pero los X (de entre 38 y 55 años) son el 20%.

Según ThreadUp y GlobalData, la mitad del armario de 2008 estaba compuesto por prendas compradas en grandes almacenes y marcas de gama media. En él, Amazon no tenía lugar y la segunda mano copaba un 3%. En 2018, la gama media y los grandes almacenes habían perdido protagonismo ante el avance del fast fashion, los descuentos y las marcas que venden directamente al consumidor. En diez años también avanzaron, aunque en menor medida, Amazon y la segunda mano. Sin embargo, en el armario de 2023 la segunda mano tendrá un peso del 13%, Amazon del 4% y la suscripción, del 3%. Las gamas medias y los grandes almacenes habrán reducido su protagonismo a la mitad.

Reutilizar ropa usada y desechada se remonta a los orígenes de la civilización. Este ha sido un negocio que ha corrido en paralelo al convencional, como un subsector residual y a la sombra, mal visto y rechazado socialmente, vinculándose siempre a la caridad y a la pobreza. Hasta ahora, nunca ha habido datos que reflejaran el tamaño de este subsector, que había canalizado su negocio a través de instituciones vinculadas a la caridad, ONGs, mercadillos y, en el segmento del lujo, tiendas vintage de reventa de piezas de marcas.

A pesar del descrédito, la segunda mano también había dado lugar a negocios como Hackett, que empezó comercializando trajes de Saville Row de segunda mano, o más recientemente, Nasty Gal, cuya fundadora, Sophia Amoruso, explica en el libro (y después serie de Netflix) Girlboss cómo arrancó el negocio revendiendo prendas que encontraba en la Red. También Reformation dio sus primeros pasos en el negocio del resale, en su caso con acento en la sostenibilidad.

Internet ha sido el detonador que ha dado magnitud global a este subsector de escaso recorrido en el offline. De eBay a Rent the Runway, la Red ha ido moldeando y sofisticando todo el universo de la segunda mano. El alquiler de prendas, por ejemplo, es uno de los negocios con mayores perspectivas de crecimiento. Se estima que crezca a un ritmo medio anual del 10,8%  hasta 2023, cuando alcance 1.960 millones de dólares, según Reuters.

El sistema de la moda, en tela de juicio

“La gran piscina es la segunda mano, en la que caben un montón de modelos de negocio”, explica el consultor Luis Lara, socio director de Retalent. “Y la segunda mano implica un cambio de mentalidad, en el que se pasa de comprar a alquilar, o a comprar ropa reciclada”, señala Lara. Según el experto, el cambio de ciclo en la moda, y en el consumo en general, es imparable. Por primera vez, se pone en tela de juicio el actual sistema productivo y de consumo, e incluso una economía basada en el crecimiento constante.

Lara sostiene que este fenómeno se apoya en varias palancas, como la sostenibilidad o la caridad, pero también tiene que ver con la Kondo mania (el nuevo orden en las casas que dicta la divulgadora japonesa Marie Kondo) o la entrada en el mercado de consumo de nuevas generaciones con una mayor predisposición a “cazar” en Internet y realizar su propia selección. “Internet permite a los nuevos consumidores millennials o Z buscar y rastrear por todo el mundo”, señala. La segunda mano que antes empezaba y acababa en el Rastro de Madrid hoy es global y es posible comprar desde cualquier rincón de España unos Levi’s de segunda mano en Tokio.

Eduardo Irastorza, profesor de márketing en EAE Business School, lo corrobora. “Hay un cambio de mentalidad en las nuevas generaciones, que anteponen la necesidad de experiencia a tener, que buscan movilidad, no un coche, o un espacio para vivir antes que una casa”, apunta Irastorza. Según el profesor, la clave de esta transformación son los ingresos: “alquilar, reusar y compartir son poderosas herramientas para seguir las tendencias que dicta la moda, y para vaciar y volver a llenar el armario a un coste reducido”. “Son consumidores que prefieren tener cincuenta sellos en el pasaporte antes que un Mercedes en el garaje”, subraya.

Irastorza equipara este fenómeno al de las marcas blancas de finales de la década de los noventa. Según el experto, del mismo modo que hubo un día en el que se dejó de esconder que se compraba marca blanca, llegará también el día en el que el sharing sea una opción tan válida como la compra. El profesor de márketing considera también que modelos como el alquiler o la suscripción tienen largo recorrido porque son los “nuevos facilitadores” y se levantan sobre el análisis de datos.

En esta misma línea, la empresa de predicción de tendencias WGSN señala el alquiler de moda como uno de los nichos de mayor crecimiento en los próximos años. “El cambio hacia el alquiler de moda indica no sólo una inversión del consumo hacia la economía colaborativa, que también se da en la hostelería, el inmobiliario, el ocio o la automoción, sino que también tiene que ver un creciente deseo de vivir, comprar y consumir de manera más sostenible”, sostiene el informe The rental economy: key retail strategies. Los autores del estudio subrayan que pagar menos por tomar prestadas las cosas de otros implica ser “compradores conscientes del precio”, que quieren inyectar tendencias y novedades a sus armarios sin ejecutar inversiones largoplacistas.

¿Quién será el Airbnb en moda?

¿Dónde estará el crecimiento? Este es el gran reto que presenta un boom de la segunda mano, un escenario en el que la producción quede relegada a un segundo plano. “La riqueza se crea de otra manera”, asevera Luis Lara. “Las grandes compañías alemanas de coches están realmente preocupadas porque los jóvenes no tienen ningún interés en comprarse uno y todas ellas han terminado por entrar en el capital de las nuevas empresas de carsharing”, explica el consultor.

En esta misma línea, Eduardo Irastorza afirma que en muchas industrias la batalla hace tiempo que ya no está en ofrecer productos sino tener el front line con el cliente: lo tiene Airbnb en el alojamiento turístico; Tripadvisor en hostelería y restauración, o Netflix en ocio. Hace diez años, ninguna de estas empresas, puntales de la nueva economía, existía. ¿Quién será su equivalente en la moda?

En Estados Unidos, marcas y retailers convencionales han empezado a abrir las puertas a la segunda mano, el alquiler o incluso la suscripción, ya sea con sus propios canales de resale o colaborando con los principales marketplaces especializados. De hecho, han empezado a darle la vuelta a lo que a priori es una amenaza, porque se apoya en su marca y su producto para crecer, para verlo como una nueva oportunidad para abordar nuevos clientes e incluso fidelizar a los actuales.

Mucho ha llovido desde los tiempos de eBay. Threadup, por ejemplo, ha puesto en marcha este año Resale as a Service (RaaS) para trabajar mano a mano con grupos de distribución como Macy’s o JCPenney para poner en marcha corners pop up en sus instalaciones. La compañía selló también a principios de 2019 un acuerdo con Reformation para revender 75.000 prendas que tenían como destino el vertedero.

Vestiaire Collective, especializado en la venta de artículos de lujo de segunda mano, ha sellado acuerdos similares con los grandes almaceness británicos Selfridges y con la cadena de establecimientos multimarca Joyce, de Hong Kong. RealReal, su competidor directo, hace llamamientos a los gigantes del sector para crear alianzas ante la falta de stock en algunas de las firmas súper ventas, como Gucci o Louis Vuitton. Desde una perspectiva eco, Stella McCartney ofrece cien dólares de descuento a quienes hayan adquirido alguna de sus prendas a través de este marketplace.

En sentido contrario, el pure player Farfetch lanzó la plataforma Farfetch Second Life, en la que permitía a propietarios de bolsos de gama alta venderlos a cambio de crédito para el propio ecommerce de Farfetch. H&M insistió el pasado abril en este ámbito a través del ecommerce de &Other Stories después de haberlo intentado hace unos años y haber abandonado el proyecto. Los grandes almacenes Neiman Marcus, por su parte, entraron el pasado abril en el capital de Fashionphile, una empresa especializada en el comercio de complementos y accesorios de segunda mano, y el pasado agosto Hudson’s Bay vendió Lord&Taylor a la empresa de alquiler de moda Le Tote.

La fórmula del alquiler o de la suscripción también empieza a resultar atractiva para retailers convencionales. Urban Outfitters, Nike o Gap han empezado a tantear este negocio en el último verano. Urban Outfitters lanzó el servicio mensual de alquiler de ropa Nuuly; Nike creó el servicio Adventure Club para calzado deportivo para niños de entre dos y diez años, mientras que Gap ha empezado a tantear este terreno con Banana Republic, a través de la nueva herramienta Style Passport.

‘Flagship’ en tres actos en el Teatro Novedades

Dos históricos del ladrillo barcelonés, el Arzobispado y un flagship store de Zara en Barcelona. El macroproyecto donde se ubicaba el antiguo Teatro Novedades, situado en el corazón de la capital catalana, encara su último acto tras casi una década de tropiezos, cambios de planes y problemas administrativos.

El próximo noviembre, Zara reabrirá la tienda situada en la esquina de Paseo de Gracia con Gran Via de Barcelona, en plena milla de oro de la ciudad, tras cinco meses de obras. Por su parte, el nuevo hotel de Me, la cadena de lujo de Meliá, abrirá en la segunda mitad de 2020 en la parcela que ocupa los números 1 a 13 de la calle Caspe, en la misma manzana que el establecimiento de Inditex y que hasta 2006 ocupó el Teatro Novedades.

A ellos se sumará, finalmente, un espacio gastronómico que ocupará los catorce locales de la zona comercial situada en la planta baja del hotel. Esta galería comercial dará acceso a una plaza pública de más de 700 metros cuadrados en el interior de la manzana de edificios.

Consulta aquí los planos del proyecto Teatro Novedades

Una década de cambios

El primer proyecto de la calle Caspe se diseñó en 2010, cuando el Ayuntamiento dio luz verde al Plan especial integral y de mejora urbana para la finca de los números 1 a 13 de la calle Caspe. Entonces, y según consta en el anuncio publicado en el Boletín Oficial de la Provincia de Barcelona (Bopb), el promotor a cargo del proyecto era Drassanes 30, una de las filiales del grupo del constructor Lluís Casas.

El documento incluye los dos únicos aspectos del plan que se han mantenido inamovibles desde el principio: el derribo de los dos inmuebles y la recuperación, por parte del Ayuntamiento de Barcelona, de parte del patio interior de la manzana.

Esta zona se calificó como 6E, un nuevo tipo de calificación implantada en 2001 tras la ampliación de El Corte Inglés de Francesc Macià, y se enmarca en el objetivo del Ayuntamiento de Barcelona de recuperar la idea original del Plan Cerdà de instalar espacios verdes en el interior de las manzanas de edificios del Eixample.

El Plan Especial aprobado por el Ayuntamiento definía también los parámetros para el desarrollo del nuevo edificio, incluyendo indicaciones para mantener la coherencia estética en la fachada, el reparto de plazas de párking y la profundidad edificable: 44,25 metros en planta baja y 29,5 metros en el primer piso.

“Se lo ofrecieron a todas las familias que controlan los locales comerciales de ese tramo de Paseo de Gracia”, recuerda una ejecutiva del sector inmobiliario. Este era el primer gran proyecto de construcción en el entorno de Paseo de Gracia desde 2008, y la oportunidad de ganar más de cuarenta metros de profundidad en un local, bastante inédita.

Para el inmueble en sí, el proyecto pasaba por crear unas galerías comerciales en los bajos y un hotel en el resto del edificio, de siete plantas de altura. En total, más de 34.000 metros cuadrados, a los que hay que restar el terreno que pasaría a manos del Ayuntamiento.

Desigual llegó a sonar como uno de los potenciales inquilinos para las galerías, hasta que entró otro actor en juego: Inditex. Pontegadea, el vehículo patrimonial de Amancio Ortega, ya había comprado en 2003 los futbolines del Novedades para ampliar en 800 metros cuadrados la tienda de Zara, ubicada en la esquina de Paseo de Gracia con Gran Via.

Pero, esta vez, la venta no estaba sobre la mesa, por lo que la opción pasaba por alquilar parte del patio y los bajos, conectando ambos inmuebles. Zara tendría salida por Paseo de Gracia y por Caspe y sumaría 4.000 metros cuadrados más a su flagship store de la milla de oro de Barcelona.

También el hotel estuvo en el aire. En 2015, un año después de que comenzaran las obras, la moratoria hotelera impulsada por la recién elegida alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, amenazó con paralizar el proyecto.

Finalmente, en 2016, el Ayuntamiento dio luz verde, por silencio administrativo, a las obras. La aprobación definitiva se publicó en marzo de 2016 en el Bopb, y convertía al Me en el primer proyecto hotelero tras la aprobación del Plan Especial Urbanístico de Alojamientos Turísticos (Peuat) impulsado por Colau.

Por el camino se realizaron otras modificaciones, principalmente en lo que se refiere a la volumetría y el acceso a la zona verde interior. El último de estos cambios se aprobó hace apenas unos meses, el pasado 14 de marzo, cuando se cambió el proyecto de urbanización del interior de la manzana.

Lee aquí el Plan especial integral y de mejora urbana de 2010 para el proyecto

Entonces, ya no figuraba Drassanes 30 como promotora, sino otra sociedad de Lluis Casas, Caspe 1-13 Barcelona, constituida en 2014 y con un capital suscrito de 26,4 millones de euros. Lluis Casas fue su administrador único hasta 2015, cuando se constituyó un consejo liderado por Ricard San José y Rafael de Gispert como consejeros delegados.

Ambos son directivos de Actual Capital Advisors, socios de Casas en el proyecto y que, según El Periódico de Catalunya, han invertido 61,5 millones de euros. El resto del órgano está formado por Fernando Pérez Sala, Lluis Casas y Josep Marín.

Salvadas ya las barreras legales, el plan está finalmente en marcha. Está previsto que las obras del nuevo hotel finalicen el próximo noviembre. En concreto, el hotel, que será de cinco estrellas, dispondrá de 164 habitaciones, varias terrazas y una piscina en la azotea. Se espera que el establecimiento comience a funcionar a principios de 2020.

 

El inmueble contará también con una zona comercial con catorce locales en la planta baja. Fuentes del mercado han explicado a EjePrime que el espacio estará ocupado por un espacio gastronómico y que todos los locales estarán destinados a la restauración. Esta zona comercial también dará acceso al interior de la manzana, con más de 700 metros cuadrados de zona ajardinada.

Finalmente, no se podrá acceder a la flagship de Zara por la calle Caspe, ya que la normativa municipal no lo permite, aunque sí que existirán salidas de emergencia que comunicarán la tienda con el nuevo espacio público. El único acceso al local seguirá siendo la esquina de Paseo de Gracia con Gran Via.

Quién es quién en el proyecto Novedades

El propietario de los inmuebles del número 1 y 3 de la calle Caspe, así como de parte del patio de manzana, es el Patronato de la Fundación Roca i Pi. La gestión de esta organización está, a su vez, encomendada a la parroquia de Santa María de Badalona, y por tanto pilotada indirectamente por el Arzobispado de Barcelona. 

 

La Iglesia concedió una cesión de uso al constructor Lluis Casas durante cincuenta años, quien también controla otro edificio en el prime barcelonés: el número 15 de Portaferrissa, cuyos bajos comerciales ocupa desde 2017 la cadena de calzado deportivo Snipes.

Para el proyecto de la calle Caspe, el constructor se alió con la promotora Espais, entonces controlado por Lluis Casamitjana, para buscar socios inversores. Casas y Casamitjana comparten haber sido protagonistas del fin del boom del ladrillo: Casamitjana dejó caer Espais, que había sido uno de los mayores grupos promotores catalanes, y llevó gran parte de sus sociedades a liquidación; Constructora Lluis Casas siguió el mismo camino en 2014.

Tras la caída de Espais, Casamitjana se mantuvo vinculado al Novedades a través de su nueva aventura empresarial: Actual Capital Advisors, con proyectos residenciales, hoteleros y de oficinas, que ejerce como promotor delegado en el proyecto.

La constructora del hotel es Units-4, una de las compañías de Lluis Casas

El constructor, por su parte, es Units-4, otra de las filiales de Casas, mientras que los arquitectos al cargo son OUA y Fitarq. La financiación la provee CaixaBank, según figura en la señalización de la obra. La fecha de finalización prevista, si nada más lo impide, es mayo de 2020.

Cuarenta mil pesetas por toda la manzana

El Teatro Novedades fue el de más capacidad de Barcelona, pasó por las manos de la familia Balañá, terminó volviendo a convertirse en teatro y, finalmente, echó el cierre el 1 de mayo de 2006 tras casi 125 años de historia desde su apertura en 1884.

El primer edificio del teatro fue destruido por un incendio en 1938 y no fue hasta 1953 que se comenzaron las obras del nuevo inmueble, aunque tras varios tropiezos, no fue hasta 1959 cuando fue nuevamente estrenado con una capacidad para 1.600 personas. Además de la sala de teatro, que también funcionó como cine durante tres décadas, el inmueble contaba con un párking, un bingo, una sala de fiestas y varios locales comerciales.

La Fundación Roca i Pi sólo percibía una renta mensual de 40.000 pesetas (240 euros) por activos con un valor de más de mil millones de pesetas (6 millones de euros)

En 1982 el activo formó parte de un sonado litigio. A pesar de que la Fundación Roca i Pi era la propietaria de casi todos los inmuebles de la manzana donde se encontraba el teatro, con un valor total de más de mil millones de pesetas (6 millones de euros), sólo percibía una renta mensual de 40.000 pesetas (240 euros) a causa de una cadena de arrendamientos y subarrendamientos.

Esta amalgama de contratos mercantiles provocaba, por ejemplo, que la empresa Balcine, propietaria del por entonces Cine Novedades, pagara 700.000 pesetas (4.207 euros) de alquiler mensual, mientras que la fundación sólo percibía 35.000 pesetas (210,35 euros) al mes.

Este entramado fue permitido durante años por el Patronato de la fundación, que en el momento del litigio estaba formado por el rector y el vicario de la parroquia de Santa María de Badalona, asesorados por el Obispado de Barcelona, y por el juez de distrito de la capital catalana, Antonio Lligoña, que había sido nombrado por el último alcalde franquista de la ciudad. 

Momad mantiene el empuje en una edición de transición con 15.300 visitantes

La moda vuelve a brillar en Madrid. La última edición de la feria Momad, que finalizó el pasado sábado su última edición, ha reunido en esta convocatoria a 15.300 visitantes, según las estimaciones de la organización.

Esta ha sido una edición de primeras veces para Momad. El certamen reordenó sus fechas, retrasándose en el calendario, y se celebró de jueves a sábado y no de viernes a domingo como venía siendo habitual.

Además, esta fue la primera vez que el evento se celebraba bajo la dirección de Ana Larrañaga, que tomó las riendas de los salones de moda y belleza de Ifema tras la salida este verano de Charo Izquierdo.

 

Momad contó en esta ocasión con 800 marcas expositoras procedentes de 37 países. Además, la feria afianzó su apuesta por la moda sostenible, con un aumento del 30% en el número de firmas participantes en su área Sustainable Experience. El sector de moda baño y lencería, por su parte, contó con un mayor espacio expositivo.

En la última convocatoria de septiembre de 2018, cuando las ferias de moda y calzado se celebraron conjuntamente, ambas congregaron a 15.120 visitantes. En la edición del pasado febrero, Momad atrajo a 15.520 profesionales, de los cuales un 2% provenía del extranjero.

A finales del año pasado, Ifema redefinió ambos certámenes, renombrando la feria de calzado como ShoesRoom by Momad y trasladándola a las instalaciones de La Nave, fuera del recinto ferial. La feria de moda, por su parte, abandonó el apellido Metrópolis, pasando a llamarse simplemente Momad.

 

En el marco de la feria, la organización explicó también el proyecto para Gran Canaria Moda Cálida. Ifema se hizo con la gestión del evento en concurso público por 630.000 euros, convirtiéndose en la primera institución ajena al Cabildo De Gran Canaria que pilotará la pasarela.

El concurso que ganó Ifema tiene sólo una duración de un año, aunque la voluntad de la institución ferial madrileña es volverse a presentar en las próximas convocatorias.

La ‘start up’ de relojes Palmier aterriza en EEUU: alianza con el gigante Macy’s

La start up de relojes Palmier desembarca en América por la puerta grande. La compañía, que nació en 2018 de la mano de los empresarios Pablo León y Adrián Rodríguez, ha dado un paso más en su estrategia de expansión con una alianza con el gigante Macy’s.

La empresa comenzó a vender sus productos en los grandes almacenes a principios de septiembre. Por ahora, Palmier está presente únicamente en uno de los centros de Macy’s, en el establecimiento ubicado en el lujoso barrio de Beverly Hills, en Los Ángeles.

Este es el primer paso de la estrategia de expansión de la empresa en el mercado norteamericano. A corto plazo, la start up comenzará a vender sus relojes en la región a través de su plataforma de ecommerce. Además, la empresa se encuentra negociando nuevos acuerdos con otros grupos en el país.

 

Además de Estados Unidos, la compañía cuenta con una presencia extendida en el extranjero. La compañía distribuye sus productos en países como Suiza, México, Chile o China, donde tiene previsto reforzarse a corto plazo.

La empresa nació en el canal online, pero a raíz de su expansión en mercados internacionales, los fundadores decidieron combinar su plataforma de ecommerce con la presencia en puntos de venta multimarca.

Palmier está especializada en la producción de relojes con correas intercambiables cuyo precio se sitúa en torno a los ochenta euros. Con sede en la localidad sevillana de Bollullos, la empresa fabrica todos sus artículos en España.

 

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